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282 RAUL PORNET BETANCOURT tante paso hacia adelante que ha dado Hegel en lo concerniente a la cuestión de la existencia de los otros, pues, afirmando que cada autoconciencia es ver­ dadera existencia para-sí sólo en la medida en que se opone a otra autocon­ ciencia, pone en claro que el punto de partida en este problema no puede ser la relación unívoca y unilateral que va de mí, en cuanto cogito, al otro, sino la relación recíproca que se expresa justamente en esa percepción de sí misma de una conciencia en la otra. Desde la perspectiva de esta relación mutua de negación, el cogito aparece como aquello hacia lo cual llego por la mediación del otro. Es, en definitiva, por el reconocimiento de mi ser- para-sí por el otro, por lo que obtengo mi mismidad, mi individualidad. Estamos, por consiguiente, muy lejos de todo lo que signifique consti­ tución del otro a partir del cogito. «Lejos de que el problema del otro se plantee a partir del cogito, es, por el contrario, la existencia del otro la que hace posible el cogito como el momento abstracto donde el yo se capta como objeto» 28. El camino que conduce hacia mi mismidad pasa, pues, necesariamente por el otro. Mi propio ser depende esencialmente del otro. Sólo a través del otro deviene mi ser un ser-para-sí. Mi ser-para-otro no es, por tanto, algo añadido simplemente a mi ser para-mí, ni mucho menos algo opuesto a éste. El ser-para-otro es más bien una condición necesaria de mi ser-para-mí. Sólo pasando por el otro puedo afirmar de verdad que «yo soy yo». El otro es un momento imprescindible, necesario, para llegar a la explicitación cabal de la verdad ontològica de mi propio ser. El solipsismo, en consecuencia, debe ser declarado como ontològicamente imposible. Y, sin embargo, a pesar de su grandeza, a pesar de sus aciertos incuestio­ nables, la doctrina hegeliana tampoco satisface a Sartre. En su crítica a la concepción hegelina del prójimo, que penetra hasta la esencia de la dialéctica de Hegel, Sartre parte de la objeción general de que Hegel ha identificado el ser con el conocimiento, para resumir luego los errores que se derivan de esta identificación en los reproches del optimismo epistemológico y del opti­ mismo ontològico. Hegel, observa Sartre, ha planteado correctamente el problema de la re­ lación entre mí mismo y el otro como un problema ontològico; pero luego, al pasar al tratamiento de este problema, resulta inconsecuente con el plan­ teamiento que le ha dado, puesto que lo enfoca desde la perspectiva del conocimiento. Y es que lo que mueve a las autoconciencias a entrar en esa lucha a vida o muerte, es el esfuerzo de cada una por transformar su certeza de sí en verdad. Verdad que, por lo demás, no puede ser alcanzada más que en el estadio del reconocimiento recíproco, es decir, cuando mi concien­ cia sea objeto para la otra y ésta, a su vez, objeto para la mía. Esta mutua objetivación es, para Sartre, un indicio claro de que Hegel no ha logrado 28. EN, 292.

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