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254 DOMINGO MONTERO De todo lo hasta aquí expuesto puede deducirse la dificultad existente para individuar con precisión el texto originariamente primitivo y el hecho histórico que dio base a tales narraciones. «Es preferible admitir que el substrato histórico y la experiencia vivida a este propósito por los apóstoles escapan aun en parte a nuestro control, lo que no equivale a negar la his­ toricidad del hecho milagroso» n. Referente a la preeminencia de Marcos respecto de Mateo, es necesario afirmar, aunque sea brevemente, que ya han pasado los tiempos de una aceptación apriorística indiscutible de la primacía de todo Marcos sobre todo Mateo. En concreto, y por lo que a este relato se refiere, puede ser interesante notar que Marcos supera en extensión a Mateo: 139 términos contra 120 . Este superávit marcado puede considerarse proveniente de adi­ ciones y especificaciones recensionales, entre las que aparecen como más evidentes: 6 , 45: mathetas autou\ pros Belhaidam ; eos autos\ 6 , 47: en meso tés thalasses; 6 , 48: kai idón autous ; enantios autois; kai éthelen parelthein autous ; 6 , 50: pantes, gar, auton eidan. Tales peculiaridades plantean la cuestión siguiente: «¿no demuestran no sólo la solidez e independencia de la tradición mateana, sino también el carácter recensional de la perícopa de Marcos respecto a la de Mateo como su origen?» 14. La intervención de Pedro Hasta ahora nuestra atención se ha centrado sobre el milagro «sinóp­ tico», prescindiendo del relato de Pedro por ser peculiar de Mateo. Una vez presentado, bajo diversas perspectivas, el estado de la cuestión referente a los puntos comunes a Mateo y Marcos, abordamos, también sintéticamente, la inserción petrina. Todos los exegetas coinciden en admitir — cosa por otra parte evidente— la singularidad de tal relato. Las opiniones comienzan a dividirse cuando se trata de valorar los diversos elementos. Así, la parte desarrollada por Pedro «ilustra el primado del Apóstol» 15 en opinión de P. Benoit; para O. Cullmann en éste y otros pasajes «Pedro es puesto sobre el grupo de los discípulos, y no aparece nunca como su portavoz más que en conversación con Cristo. 13. A.-M. D e n is , o . c ., 247. 14. G . G a n d e r , o . c ., 174. No obstante lo interesante de la sugerencia, pienso que no pueda sacarse tal tipo de conclusión, ya que ambas redacciones (Mt y Me) en su forma actual pueden definirse como elaboraciones de una precedente común (cf. M.-E. B o is m a rd , o. c., 227). Sobre la peculiaridad del relato joanneo y sus conexiones con los sinópticos, cf. R. E. B ro w n , The Gospel accordtng lo John, New York 1966, 252-256. 15. L’Evangile selon Matthieu, en La Sainte Biblie, 4.“ ed., Paris 1953, 10.

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