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186 ALEJANDRO ROLDAN VILLER ellos en un sentido muy amplio): «la unión de las Iglesias, el abrazo a los practicantes de otras religiones, la sinceridad de la vida evangélica, el ansia de universalidad, el regusto de la pobreza sobrenatural, la fundamentación de la piedad en la piedra angular que es Cristo, la pasión de la extensión de la Iglesia con el atractivo de la comprensión de los hondos problemas humanos, el máximo respeto a la dignidad humana...» 395; no podemos ne­ gar que el Santo de Asís tuvo ya en su tiempo algunas, y aun muchas, de las preocupaciones del hombre actual. Consignemos algunas, que considera­ mos auténticos mensajes del santo (de Dios por medio de E l) a nuestro siglo. aa) Ley interna de la caridad con un mínimo de estructuras. En primer lugar, debe consignarse la preocupación del santo porque rigiese entre sus religiosos la ley interna de la caridad con un mínimo de estructuras — las necesarias para salvar lo que exige todo grupo o sociedad humana 396— . Por eso su Regla no suele bajar a menudos pormenores de legislación, y aun en muchos de esos casos en que desciende a los detalles, no suele imponerlos como «obligatorios» 397. bb) Igualdad y democracia aun en la vida religiosa. Otra preocupación del santo — también muy actual, por cierto— , es la igualdad y democracia aun dentro del claustro. «Quería que la Religión fuese una para los ricos y sabios, para los pobres e iletrados. Ante Dios — añadía— no hay acepción de personas, y el Espíritu Santo, Ministro General de la Religión, descansa por igual sobre el pobre y el sencillo» m . Hablando de la «fraternidad» dice Koscr que: «no existe una clase de superiores en esta estructura fraternal, sino existe la función, como consecuencia del voto de obediencia»3". Por eso, Iriarte de Aspurz pone como una nota esencial de la fraternidad fran­ ciscana la «nivelación total entre los componentes del grupo» 40°. En cuanto a la democracia, la subraya Koser afirmando que el Capítulo Conventual es pieza clave en la estructura de la Orden; por lo que ésta: «no tiene nece- ciscanismo 3 (1974) 292. Aunque distinguiríamos aquí —como lo hemos hecho en otro lugar de este estudio— entre el testimonio que quiso dar S. Francisco, y el que pretendió ofrecernos Dios por medio del santo a toda la Iglesia, no sólo a la de su tiempo, sino a la de todos los venideros. 395. Anasagasti, o . c ., 15. 396. Koser, o . c ., 22. 397. Claro que el fervor primero suplía lo que podía ser obstáculo con la ausencia de preceptos legales. «Los obedientísimos religiosos —nos dice Celano hablando de los primeros tiempos de la Orden— no se atrevían a oponer nada a los preceptos de la obediencia. Y. antes de terminar las palabras de la obediencia, ya ponían en eje­ cución lo ordenado. No sabían tampoco distinguir entre precepto y precepto, pues todo lo que les era mandado, lo ejercitaban inmediatamente, sin oponer reparo alguno»: I Celano. n. 39 [BAC 276]. Pero, cuando faltó un tanto esa ferviente e interna ley de la caridad, fueron los mismos frailes los que, por medio de Fray Elias, hicieron saber a Francisco que no estaban dispuestos a obligarse a la 3.3 Regla que éste estaba preparando al fin de su vida. Ver Sarasola, o . c ., 511. 398. I I C elano , n. 193 [BAC 446], Y añade Celano: «estas palabras quiso [el santo] se pusiesen en la Regla, pero la Bula las omitió» (Ib.). 399. O. c„ 137. 400. O. c., 171. Cita a I I Celano, n. 191 [BAC 445],

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