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SAN FRANCISCO DE ASIS. 185 una explicación «plenamente» convincente. ¿Por qué Cristo para salvarnos del pecado se abrazó precisamente con la pobreza y el dolor corporal? Ante todo hay que confesar que la pura razón humana se estrella cuando pretende — prescindiendo de la fe— darnos una razón satisfactoria. ¿Por qué Cristo eligió la vía del sufrimiento hasta la cruz para liberarnos del pecado? Más difícil todavía: ¿por qué para ello se abrazó precisamente con la pobreza ? Los teólogos se esfuerzan en buscar razones, y sólo satisfacen las que enfocan el problema desde el punto de vista de un hijo que quiere borrar del todo, y como de raíz, la ofensa que su Padre recibió con el pecado del hombre. Por eso, entre las múltiples soluciones que pudieran haberse elegido, Cristo se abrazó con la más dura por ser la más eficaz para el fin que pretendía. Pero, repetimos, desde el punto de vista del hombre y enfocado el problema con mentalidad humana, nada es aquí convincente. Por eso se impone la única solución práctica, que es la que nos ofrece S. Francisco: amar a Cristo intensamente, y «por amor » abrazarnos con el camino que Cristo pobre y doliente eligió, sin buscar más motivos. Aun hoy día, y con mentalidad franciscana, parece advertirse alguna cier­ ta desorientación en el tema de la pobreza, cuando se pretende prescindir de la única vía que decíamos conduce a la solución: «En un tiempo — nos dice Matura — en que la misma fe cristiana se pone en entredicho, nos im­ porta más saber cómo vivió Francisco la experiencia de Dios y de Cristo, que poner todo el énfasis, por ejemplo, en la pobreza. Nos interesamos más pol­ la raíz de la que brotó su compromiso evangélico, que por las expresiones históricas de tal compromiso; expresiones que, de todos modos, no pueden reproducirse hoy al pie de la letra» 392. La solución tampoco creemos esté en reunir un grupo selecto de profe­ sores de Sagrada Escritura, interesados especialmente en el tema de la po­ breza evangélica, y hacer algunos escarceos bíblicos sobre lo que es la pobre­ za evangélica393. La única solución válida es la que, en mensaje permanente, dirigió S. Francisco a la Iglesia de todos los tiempos: la imitación de Cristo pobre y paciente «por su amor» 394. b) Múltiple mensaje de S. Francisco para nuestro tiempo Sin llegar nosotros a ver — como algún autor— que S. Francisco viviese los anhelos depuradores del Vaticano I I (a menos que se entiedan algunos de 392. ¿Puede vivirse boy la aventura franciscana? 3 (1974) 279. Nos gusta hoy la sinceridad del planteamiento, y las consecuencias que el autor saca correctamente sobre si el grupo franciscano es el continuador, o no, de la aventura franciscana (Ib., 280); pero, puestos en ese mismo plano de sinceridad — ¿y de naturalismo?— tal vez algún lector pueda replicar, que en ese planteamiento «subjetivista» tampoco interesa cómo vivió Francisco esas experiencias de Dios y de Cristo, ya que el tiempo lo cambia todo... ¡también los intereses y gustos de los hombres! 393. La pobreza evangélica boy, Bogotá 1971 (citado por Koser, o . c ., 193-194). Ver en Koser, o. c ., 201-210, algunas reflexiones sobre la pobreza franciscana antes y ahora. 394. II. Rogger, ¿H izo Francisco una opción de clase?, en Selecciones de Fran-

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