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180 ALEJANDRO ROLDAN VILLER virtudes que nos quieren transmitir las cinco biografías del santo — o, como dijimos que ellos las apellidan, «los cinco evangelios sinópticos del francis- cansimo primitivo»— enumeran la: «sencillez, la abnegación y la pobreza» 30. b) Más sobre el carisma franciscano. Una breve atención a los criterios secundarios que indicábamos al hablar de la metodología en este tema, nos confirma en lo que llevamos dicho. Las «virtudes que Francisco exigía de sus frailes» son sustancialmente las ya dichas. Cuando describe al perfecto religioso, tiene presente — más o menos inconscientemente— las de sus primeros compañeros371: fe y amor a la pobreza (de Fray Bernardo de Quintavalle), sencillez y pureza (de Fray León), afabilidad, mansedumbre y benignidad (de Fray Angel), agradable y devota conversación (de Fray Maseo), espíritu de contemplación (de Fray Gil), acti­ vidad y oración continuas (de Fray Rufino), paciencia y humildad (de Fray Junípero), fortaleza espiritual y corporal (de Fray Juan de Láudibus), caridad (de Fray Rogerio), diligente solicitud (de Fray Lúcido). Subrayando más algunas virtudes de las dichas, convendría poner el acen­ to especial en la santa sencillez, que recomendaba a sus frailes; pero no cual­ quier sencillez: «sino únicamente aquélla que, contenta con sólo Dios, des­ precia las demás cosas. Aquélla que se gloría en el temor de Dios y que ignora hacer o decir mal. La que, examinándose a sí misma, a nadie condena con su juicio, y que, optando siempre por lo mejor, no ansia dominio alguno. La que... prefiere hacer a enseñar o aprender»111. «La que en las leyes divinas busca no la corteza, sino la médula, no la cabeza, sino el corazón; no muchas cosas, sino el grande, el sumo y estable bien» 373. Otro elemento de juicio en este tema es el fin de la Orden, que, a decir verdad, no estuvo muy claro desde el principio en la mente de S. Francisco (como le aconteció a más de un Fundador). Dudaba el santo si dedicarse a la vida activa o contemplativa, a la predicación o a la oración. Encargado el asunto a la oración de Santa Clara y de Fray Silvestre, recibió Francisco la respuesta de Dios, mediando Fray Maseo: «No le llamé a este estado sola­ mente para sí, sino para que haga fruto en las almas y se salven muchos por él » 314. Pero la predicación de Francisco en orden a salvar las almas, no 370. San Francisco de A sís, Madrid 1971, XX . 371. Espejo de Perfección, c. 6, LX X X V [BAC, 669]. 372. Esa primacía de la línea conativa sobre la noética, del bien sobre la verdad, pasará a la Filosofía de la Orden; pero lejos de deberse a falta de dotes o de agudeza intelectual (baste recordar las «distinctiones formales ex natura rei» del D octor Subti- lissimus), será la preferencia de lo fáctico sobre lo puramente especulativo, por lo que se alineó siempre en la línea voluntarista de la Escuela. Como dice Gemelli: el Fran- ciscanismo, «en el dominio mismo de la especulación pura pondrá el amor por alfa y omega de la realidad, la voluntad por reina de la inteligencia, y el Bien, el sumo Bien, el Bien que es sabiduría y beatitud, por fin supremo de la vida. En el binomio "amor-voluntad” concuerdan todas las corrientes franciscanas»; El Franciscanismo, Bar­ celona 1940, 55. 373. I I C elano , n. 189 [BAC 443-444]. 374. Plorecillas I, c. 15 [BAC 108],

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