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SAN FRANCISCO DE ASIS. 179 el santo en dicha Regla se funda continuamente en los Evangelios a los que no se cansa de citar 362. Ahora bien: «esta comunión de vida y acción con Jesucristo como her­ mano, cuando es vivida por todo un grupo, da origen inmediatamente a una comunidad fraternal» 363, a una Fraternitas. En ella: «La Orden entera, desde sus orígenes, ha tenido el cuidado de preservar la personalidad de cada uno» (ibi.). En esa fraternidad, la autoridad no juega un papel preponderante. Nadie se llamará Prior, sino que todos indistintamente se llamarán «herma­ nos menores»; y al Superior le llamarán «ministro y servidor» (conforme a Mt. 20, 28). De ahí, la obediencia en el amor u obediencia caritativa. E l amor fraternal se junta con otra nota distintiva: la minoritas (buscar en todo el último lugar y servir a todos), la cual supone la sancta simplicitas 364. De nuevo el autor nos recuerda que la sola razón que les obliga a este género de vida es el ejemplo de Cristo, que nos ha precedido en el camino de la pobreza 365. Como efecto de la pobreza y humildad brota la libertad de espí­ ritu (desapego de todo bien terreno); y, en fin, la libertad, nacida de la pobreza y humildad, hace nacer la alegría franciscana366. En este breve com­ pendio aparecen las principales notas del franciscanismo. Y , pasando a las virtudes que dicen más con este carisma, Koser insiste en que: «Nuestro testimonio no viene del hablar ni del hacernos patentes ante los demás, sino del ser intensamente, de la intensificación de nuestro ser franciscano. De ahí brota un conjunto de actitudes, como el ser generosos, comprensivos, desprendidos, pacíficos, mansos y humildes, benignos, mode­ rados, hablando honestamente a todos, sin litigar ni contender con palabras, ni juzgar a otros [ I I Regla, 3 ], etc.» 367; es decir — notémoslo por su im­ portancia en nuestro tema— virtudes todas del «primer componente» hagio- típico. Y , en otro lugar afirma Koser que: «Ser franciscano es vivir en manse­ dumbre, benignidad, paz, etc.» 368. «Los aspectos que nos presentan del santo [los artistas], en general no son los esenciales; pero hemos de confesar que los artistas tienen con frecuencia como un instinto evangélico para captar la pobreza, la humildad, la pequenez de S. Francisco, y representarlo artísti­ camente» m . En fin, queriendo destilar todavía más Legísima-Canedo las 362. Ver Anasagasti, o. c ., 99-100. Por eso mismo Sarasola dice: «En mi con­ cepto no encierran sentido alguno las discusiones modernas que reiteradamente silo­ gizan sobre la esencia religiosa del alma franciscana. No es la pobreza, ni la sencillez, ni la humildad, ni la abnegación, ni ninguna otra virtud evangélica la que constituye el núcleo vital del alma de S. Francisco: es el amor de Cristo, la imitación de la vida terrenal y divina de Cristo...»: O. c., 320-321. 363. Esser, o . c ., 36. 364. Id., o. c ., 39. 365. I d ., o. c., 40. 366. I d ., o. c., 42. 367. O. c., 84. 368. O . c„ 21. 369. Id., o. c ., 29.

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