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178 ALEJANDRO ROLDAN VILLER Precisemos, pues, algo más en qué radica la espiritualidad franciscana que queremos describir. Desde luego, decir que es una prolongación de la cisterciense «con matices nuevos de gozo espiritual, de sencillez, de eleva­ ción a Dios por las criaturas y de popularidad. La espiritualidad de S. Ber­ nardo era para monjes; la de S. Francisco, para todos los cristianos» 356; es algo todavía muy impreciso y falto de concreción. Por otra parte, el fran- ciscanismo no es tanto una doctrina cuanto un modo de vivir el Evangelio. Como se ha dicho con acierto: «Más que una doctrina, el Evangelio es una vida. Ese Cristo a quien Francisco había descubierto en el hermano pobre y doliente, se le revela ahora vivo y tiernamente próximo en las páginas evan­ gélicas. Y a medida que avanza en la reflexión de las mismas, todo el men­ saje lo va hallando sintetizado en el misterio central del anonadamiento del H ijo de Dios, hecho hermano nuestro» 357. Pero precisemos todavía más. 2) El carisma franciscano a) Sentido del término «carisma». Entre los varios sentidos posibles de la palabra carisma 35S, elegimos aquí — con Koser, al hablar del carisma fran­ ciscano— el de: «una vocación religiosa definida por lo específico de la espi­ ritualidad de un Instituto» 359. Más brevemente, carisma franciscano es equi­ valente aquí de «espiritualidad franciscana». Queriendo K. Esser definir las ca­ racterísticas esenciales de su Orden — o, como él se expresa, «el espíritu de su espíritu»— consigna, como principal, un amor a Jesucristo, que llegue a una imitación generosa de El, y, por consiguiente, a realizar el género de vida propuesto por el Evangelio. Esta es la forma Sancti Evangelii 360. Por eso, puede afirmar S. Francisco que: «La Regla y vida de los frailes Menores es ésta, conviene a saber: guardar el Santo Evangelio de Nuestro Señor Je­ sucristo, viviendo en obediencia, sin propio, y en castidad» 341; y por eso, 356. R. G. V illo s la d a , H istoria de la Iglesia, Madrid 1958, vol. I I , 686. 357. Ir ia r te de Aspurz, o . c ., 34. «Lo franciscano —nos dice Legísima-G. Cañe­ do— es ya una manera d e ser, una m odalidad de vida, que ha adquirido hasta carta de naturaleza en el léxico con un adjetivo o un adverbio, que expresan esa modalidad. Lo prim itivo, lo sencillo, lo ingenuo será siem pre franciscano... Religión, Historia, Arte, Letras, en el decurso de siete centurias franciscanas, han bebido y seguirán bebiendo ejemplaridad, poesía, numen y amor en aquella fontana nacida un día entre flores en el valle umbro, a la sombra del Subasio»: San Francisco de A sis, Madrid 1971, X IX . 358. Koser, o . c „ 79-80. 359. O. c., 82. 360. L ’O rdre de Saint François, Paris 1957, 35. E l atractivo que cada uno de sus primeros compañeros sentía por Francisco —nos dice Koser— era diverso; pero «el denominador común... es la jornia vitae evangelicae; vivir el E vangelio »: O. c., 31. 361. I I Regla, c. 1 [BAC 21],

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