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SAN FRANCISCO DE ASIS. 175 Resumiendo, diríamos que Francisco triunfó a la larga con sus ideas, y ayudó a la Iglesia de modo eficaz y positivo en un momento peligroso. Pri­ mero — como decíamos— iniciando el movimiento misionero moderno sin más armas que el crucifijo, revalorizando el aprecio del infiel, y cambiando en amor verdadero lo que tal vez pudo ser inconscientemente en muchos odio a los infieles (aunque éste se diese indirectamente por razón de la fe); creando, en fin, un gigantesco proselitismo para su nueva Orden 349. Es decir, que Francisco inició y fomentó una relación especial entre los hombres de la Edad Media, que algún historiador ha llamado hiperbólicamente una «segun­ da redención» 35°. Ahora bien, para esta misión temporal de S. Francisco de Asís en la Iglesia de su tiempo, es evidente que ayudó poderosamente un hagiotipo del Santo, en el que predominaba el primer componente. 2. M isión « intemporal » de S. F rancisco de A sís en la I glesia A l hablar desde ahora de misión «intemporal» de S. Francisco, o de men­ saje del santo a nuestro tiempo, ya se entiende que no fue algo pretendido conscientemente por él, sino por Dios, que es el único que prevé el futuro. Hecha esta previa advertencia, preguntémonos si realmente Francisco de Asís puede tener algo que decir al mundo de hoy. Este interrogante no tiene el sentido de si puede vivirse hoy, o no, el carisma franciscano en su pureza primigenia351; sino el de si el gran Santo de Asís ha dejado algún mensaje 349. A los 75 años de su fundación,la Orden contaba con 1.224 conventos, resi­ dencias y refugios, esparcidos por Europa, Asia y Africa. Y si se ha dicho que la revo­ lución de las Ordenes Mendicantes era un regreso al Evangelio, al redescubrir a Cristo en el pobre, con quien Cristo se identificará en el juicio final (M t. 25, 40), hay que reconocer que la mayor parte de esta revolución corresponde a la Orden fundada por Francisco de Asís. 350. Civezza, Storia Universale..., I, 10 (citado por Anasagasti, o . c ., 415). 351. «¿Es hoy el grupo franciscano —se pregunta Matura— el continuador de la aventura franciscana? ¿Su existencia demuestra que el carisma está vivo, y que, en nuestros días influye en el seno de la Iglesia y del Mundo? La respuesta no es sencilla, pues un sí, o un no tajante, traicionaría la realidad de las cosas. De buenas a primeras, y salvo que nos dejemos cegar por un estrecho e ingenuo espíritu de familia, nos sentiríamos inclinados a responder con un no. La institución oficial... no parece que tenga demasiado en común con el dinamismo del movimiento francis­ cano del s. x ii» : Thadée M atura, ¿Puede revivirse boy la aventura franciscana?, en Selecciones de Pranciscanismo 3 (1974) 280. Y , llevando la idea más adelante, afirma el autor: «Nadie puede vivir el carisma personal de Francisco; éste no pertenece más que a él. La historia no conoce duplicados en tal sentido. Aun extendiendo el carisma al grupo de los primeros años... hay que reconocer que existe una gracia especial en los orígenes, y que el dinamismo, el frescor, la novedad de los comienzos no se reproducen en cada generación. Los arquetipos, so pena de dejar de serlos, son únicos, y precisamente en esto descansa su poder de atracción... La perspectiva de los biógra­ fos es muy otra: nos esbozan la figura de un héroe, un ejemplo personal a imitar»: L. c„ 282. La ¡dea que sostiene Matura puede entenderse de modo correcto (ya que los tiempos cambian y obligan a acomodaciones de un espíritu inicial a circunstancias muy diversas); pero sus expresiones nos parecen algo tajantes y un tanto negativas. De

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