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SAN FRANCISCO DE ASIS. 169 manifiesta, por querer corregir con sus denuncias (poco inspiradas por el Espíritu) a la Iglesia jerárquica. A los «valdenses» de Lyon se les llamaban pauperes spiritu, pauperes Christi, o simplemente pauperes-, y los «humilla dos» de Lombardía predicarán y practicarán también la pobreza, que ellos estarán persuadidos ser la evangélica. Ante los abusos del clero de entonces, que abandonaba sus obligaciones pastorales y se daba al disfrute de las ri quezas, no puede llamar la atención a nadie el éxito de los valdenses, que aparecían ante el pueblo sencillo como verdaderos pobres, y que alardeaban de atenerse estrictamente al Evangelio de Cristo, aunque no se atuviesen de igual modo a la jerarquía eclesiástica, a la que fustigaban implacablemente con frecuencia. Por su parte los Cataros o Albigenses, practicaban una moral dura, y unas penitencias nada fáciles de imitar. Para liberar al alma del cuer po (defendiendo un dualismo exagerado, por el que algunos les emparen taron doctrinalmente con los maniqueos), hacían ayunos de cuarenta días tres veces al año, y practicaban un régimen estrictamente vegetariano, sin probar la carne, huevos ni lacticinios. Francisco aparece en medio de ese ambiente, y es inútil pretender que no se hubiese influenciado de algún modo por él. Un escritor franciscano, francés, se plantea este problema, y reconoce que Francisco: «no parece haberse inspirado jamás en los movimientos de su tiempo, al menos direc tamente..., pues las corrientes de ideas estaban ciertamente en el ambiente, y no pretendemos hacer de Francisco un self-made man en el plano espiri tual» 329. Tiene el autor presente a los valdenses, a los albigenses o cátaros, a los humillados, etc., y afirma con acierto que: «Francisco, contrariamente a los otros movimientos religiosos, no parte jamás de una reacción contra las instituciones sociales o eclesiales defectuosas, ni tampoco de una teoría sobre las clases sociales, sino que parte de la sola llamada del Evangelio al retorno personal hacia Dios» 33°. El carisma de Francisco y su testimonio no fue encarnarse en la clase trabajadora para redimirla: «Francisco nunca tuvo como meta mejorar la condición de los pobres, elevar a un nivel superior a esta clase miserable»331. «El hecho de que Francisco abandone todo, familia, porvenir, etc., no tiene para él mismo ninguna significación social; fue un acontecimiento religioso» 332. No se dio en el santo: «la voluntad de ser un reformador social, de querer asociarse a los marginados y a los pobres. El no quiere más que vivir a Cristo, e invitar a los demás a hacer otro tanto» 333. «Nada de contestación contra el poder, etc., en sí; más bien sólo la imita ción de Cristo siervo y pobre» 334. 329. H. Rogge.n, ¿H izo Francisco una opción de clase?, en Selecciones de Fran- ciscanismo 3 (1974) 288. 330. Id., a. c., 289. 331. Id., a. c., 290. 332. Id., a. c., 291. 333. Id., a. c., 292. 334. Id., a. c., 292 y 293.
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