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SAN FRANCISCO DE A S IS . 165 Parece que no puede dudarse del hecho de la estigmatización, dado el número de testigos de ella. Tales fueron: Fray León que, como enfermero, le limpiaba frecuentemente la llaga del costado, Fray Rufino, y muchos otros que atestiguaron lo visto por ellos jurando sobre los Evangelios. Testigos fueron también cuantos presenciaron su muerte, y en concreto, más de cin­ cuenta frailes, Santa Clara, e innumerables seglares. E l mismo Papa Alejan­ dro IV aseguró haber visto las llagas con sus propios ojos31S. Pero si el hecho es cierto, su interpretación puede dar lugar a diversas teorías. Puede creerse que los estigmas fueron un nremio de Cristo a su fer­ viente deseo de imitarle en todo, y de sufrir como E l sufrió en la Pasión; pueden tal vez darse otras interpretaciones, según el género de prejuicios que se tengan en materia de intervenciones de Dios en el curso de la natu­ raleza. Lo que no cabe es interpretar las llagas como fenómeno histérico, debido a la ilusión de Francisco por el martirio cruento, y al deseo ferviente de imitación de Jesucristo en todo lo posible. La humildad probada del santo — tan ausente siempre en los fenómenos teatrales de los histéricos— , y no menos su salud mental a toda prueba, como lo demuestra — entre otras cosas— un componente primero altamente puntuado en virtudes como la alegría profunda, el realismo, la sinceridad a ultranza, etc., descartan esta explicación. b) Visiones 316, profecías 3I7, penetración en el corazón de otros 3I8, y mul­ titud de milagros 315, se atribuyen a Francisco en vida del santo. Desde luego, que constándonos el maravillosismo y milagrismo de los hagiógrafos de enton­ ces 32°, todos esos hechos parece que no tienen suficiente base histórica de sus­ tentación 321, además de que no añaden un adarme a las virtudes auténticas del santo, y no los necesitamos para nuestro estudio. 315. E ng lebert, o . c ., 371, y todo el c. X IX . 316. Por ejemplo, Buenaventura, c. 4, n. 11 [BAC 489]; c. 11, n. 11 [BAC 538]; Leyenda de los tres compañeros, nn. 63 y 64 [BAC 739]; I I Celano, n. 10 [BAC 349], etc. 317. Por ejemplo I C elano , n. 28 [BAC 269); I I C elano , n. 30 [BAC 360-361], yn. 37-41 [BAC 364-367]; Buenaventura, c. 11, n. 6 [BAC 535]; Espejo de Per­ fección, c. 10, C V II [BAC 689-690], etc. 318. Por ejemplo, Florecillas I, c. 10 [BAC 101-102]; I, c. 28 [BAC 134]; I, c. 30 [BAC 137]; I I C elano , n.31 [BAC 361]; B uenaventura , c. 11, n. 12 [BAC 538], etc. 319. Por ejemplo, I Celano, n. 65-67 [BAC 291-292]; I I Celano, n. 36 [BAC 364], Florecillas I, c. 24 [BAC 123-124], etc., etc. 320. Por ser un caso claro de maravillosismo y milagrismo, lo aducimos —aunque ya aludimos a él— , como ejemplar y modelo de tantos otros... Las hendiduras y que­ bradas de las rocas del Monte Alvernia, la fue revelado a S. Francisco, que se hicieron milagrosamente al tiempo de la Pasión de Cristo, cuando dice el Evangelio que se rompieron las piedras: Florecillas I I , Cons. 2 [BAC 179], 321. Con todo, notemos que ya había entonces una cierta crítica, que pudiéramos llamar elem ental [ver Buenaventura, c. 15, n. 7 [BAC 560], que ciertamente no es hoy suficiente, pero que excluye una posible crítica excesiva de nuestra parte. ¡La Iglesia del s. xm no admitía, sin más, cualquier testimonio, cuando canonizaba a los santos!

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