PS_NyG_1978v025n001p0107_0189

SAN FRANCISCO DE A S IS . 161 pío, comiendo junto con un leproso en su misma escudilla 293; y el haber soportado una operación cerca de los ojos sin dar muestras de dolor 294. c) De los tres componentes. Obediencia. La obediencia es una virtud que presenta diversos aspectos, cada uno de los cuales dice más con determinado temperamento. Si distinguimos — como hacen muchos autores ascéticos— entre obediencia de ejecución, de voluntad y de entendimiento 295, diríamos que el primer componente sheldoniano tiene más facilidad para la obediencia de entendimiento y voluntad, que para la de ejecución (en la que encuentra especial dificultad); el componente tercero, por el contrario, cumple fielmen­ te la ejecución de lo mandado, aunque puede ser que se rebele contra ello con su entendimiento y voluntad. La parábola evangélica del granjero que tiene dos hijos, y les manda ir a trabajar a su viña 296, refleja exactamente estas dos situaciones: uno de ellos (tipo 1.°) promete enseguida ir, pero luego no cumple la promesa; mientras que el otro (tipo 3.°) se niega rotundamente de momento a ir a trabajar a la viña, pero luego se arrepiente y va. E l tipo 2 .°, de gran independencia en el obrar, es el que — sin mala intención muchas veces— suele saltarse a la torera lo mandado. La dificultad de esta virtud la prueba el mero hecho de que Francisco — como le sucederá más tarde a Ignacio de Loyola — , vio primero con toda claridad la necesidad de atarse con la pobreza, y sólo más tarde comprendió todo lo relativo a la obediencia. Sólo cuando Francisco estuvo viviendo la pobreza unos años con sus primeros compañeros, fue al Papa a conseguir la confirmación de la Regla, y poco antes nombró un superior entre ellos 297. Por eso también, al admitir a un candidato, le impone primero la pobreza, y sólo al cabo de un año la obediencia 298. La concepción de la obediencia de Francisco es algo diferente de la de otros santos. Una somera comparación de la obediencia de Francisco con la de Ignacio de Loyola — que dio especial relieve a esta virtud— , puede ayu­ darnos a entender mejor la obediencia franciscana. S. Ignacio distingue tres grados de obediencia. E l primero es de obedien­ cia de ejecución, y consiste meramente: «en la ejecución de lo que es man­ dado, y ... no merece el nombre [de obediencia] por no llegar al valor de esta virtud, si no se sube al segundo [obediencia de voluntad], de hacer suya 293. Espejo de Perfección, c. 4, L V I I I [BAC 640-641]. 294. I I C elano , n. 166 [BAC 432-433]. 295. Ya es sabido que el concepto de obediencia de entendimiento es ajeno a la mente de Santo Tomás. La virtud de la obediencia reside propiamente en la vo­ luntad. «Por lo tanto — deduce el Angélico— para el acto de obediencia basta la pron titu d de la voluntad sometida al superior. Este es su objeto propio y directo»: 2-2, q. 2, a. 5, ad 3. La obediencia, pues, prescinde de si el entendimiento encuentra bien o mal lo mandado por el superior, y no exige, por consiguiente, la sumisión de aquél. 296. M t. 21, 28-32. 297. Leyenda de los tres compañeros, n. 46 [BAC 730], 298. I Regla, c. 2 [BAC 4 y 5], 11

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz