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158 ALEJANDRO ROLDAN V IL L E R «conservar la pureza y castidad angélica» 272 — naturalmente que como «me­ ta» a la que debían aspirar, y sin olvidar que hablaba a seres corpóreos— , como lo harían luego muchos otros santos Fundadores. Y daba tanta impor­ tancia a esta virtud, que la fornicación la consideraba — el comprensivo y bondadoso Francisco — como causa suficiente de expulsión de la Orden 273. Por eso, consiguientemente, no se olvidó en la Regla, de poner las cautelas necesarias para lograr aquella perfección, como el evitar las «malas mira­ das», el «frecuente trato con las mujeres», y el hablar a solas y familiarmente con ellas 274. E l personalmente guardó las severas normas que dio a sus frai­ les en esta materia, hasta poder decir a un compañero, que: «de ninguna mujer podría reconocer la fisonomía si la mirase, sino sólo de dos» 27S, que los hagiógrafos interpretan aludía a Fray Jacoba y a Santa Clara. Tuvo ten­ taciones violentas de la carne — como todo hombre— , que venció con la resolución que le caracterizaba 276; y aun fue objeto de una solicitación peli­ grosa al pecado, durante su permanencia en Siria, que venció de un modo que llamaríamos hoy atrevido, y que no es propio del tercer componente hagiotípico, sino más bien del segundo 277. Ponemos, con todo esta virtud del santo, dentro del grupo de las del tercero, porque la condición de este tipo, naturalmente más estrecho, asustadizo y tímido, dice más con el modo de concebir esta virtud tradicionalmente en la Iglesia. 4) Virtudes mixtas de varios componentes hagiotipicos a) Del componente primero-tercero. 'Prudencia. La virtud de la pruden­ cia, aunque fundamentalmente cae dentro del área del primer componente hagiotípico; sin embargo, tiene también algunos elementos del tercero. Es virtud de equilibrio entre extremos; como la ley y su aplicación; el fin y los medios para conseguirlo; la multiplicidad de normas que afectan a un caso concreto, y la selección del mayor número de aquéllas que concurren en ésta. Pongamos algunos ejemplos, y comencemos por algunas normas que Fran- cional de comportarse los religiosos y aun los seglares en esta materia, era ñoño y en- gendrador de complejos y tabúes innecesarios y dañosos, aquí prescindiremos de esta cuestión, ateniéndonos al testimonio de los hagiógrafos de la época sobre nuestro santo. Nuestra opinión personal es que, si el defecto antiguo pudo estar en hacer de la moral de los religiosos (de perfección) la moral de los seglares, el defecto actual radica en lo contrario, es decir, en constituir la moral de los seglares como norma ética de los religiosos en esta materia. Naturalmente que no es éste el momento de resolver en dos palabras una cuestión tan compleja; pero, mientras la Iglesia siga manteniendo el celibato sacerdotal (en los religiosos no parece caber otra opción), las normas tradi­ cionales en la formación de los célibes por amor de Dios, no pueden variar «sustan­ cialmente». 272. Florecillas I, c. 17 [BAC 112). 273. I Regla, c. 13 [BAC 11], 274. I Regla, c. 12 [BAC 11]; I'I Celano, n. 112 [BAC 404], 275. I I C elano , n. 112 [BAC 404], 276. I I C elano ,nn. 116 y 117 [BAC407-408). 277. Florecillas I, c. 23 [BAC 121-122],

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