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SAN FRANCISCO DE A S IS . 157 aquellos que la guardasen fiel y exactamente» 266. Solía decir a sus frailes que el estado que había abrazado y su Regla: «venía a ser para ellos el libro de la vida, la esperanza de salvación, arras de la gloria, médula del Evan­ gelio y camino de la cruz, estado de perfección, llave del paraíso y pacto de la eterna alianza» (Ib .); por lo que quería que todos tuviesen la Regla, la aprendiesen, la meditasen atenta y frecuentmente, y que hablasen de ella hasta en sus conversaciones de esparcimiento. La deontotonía fue una de sus queridas virtudes, aunque la alta puntuación que tenía en el segundo y pri­ mer componente hagiotípico, hicieron que esta preocupación por el cumpli­ miento de la Regla no le quitase nunca la paz. b) Ejemplaridad. Otra de las virtudes características del tercer compo­ nente es la preocupación modélica; es decir, el deseo de dar buen ejemplo con su conducta a cuantos lo viesen, y el miedo al escándalo que sus acciones pudiera provocar en los espíritus sencillos. Nos consta la casi obsesión que tuvo en sus fundaciones de nuevos conventos de dar buen ejemplo en todo, y en particular en la pobreza 267. Especialmente sentía el escándalo dado a los «pequeñuelos» por los malos religiosos 268. Personalmente el santo, a pe­ sar de tener una naturaleza debilitada por el mal trato que concedió siempre a su cuerpo, no quiso nunca exenciones en el rigor de la abstinencia, para dar ejemplo a sus frailes 269. c) Amor al retiro y soledad. Cuando, de joven, fue tocado por Dios: «abandonó — nos dice S. Buenaventura — su pueblo natal, en busca de la soledad y el retiro, para oír allí, en la quietud del espíritu y en el silencio de la Naturaleza, los inefables secretos de la comunicación divina» 27°. Y a la soledad del monte irá también a comunicarse especialmente con Dios, y a recibir la gracia extraordinaria de los estigmas de la Pasión. d) Castidad. Esta virtud es propia de todo tipo de santidad, pero hay un «modo» de comportarse en ella, que es propio del tercer componente hagiotípico271, por ¡o que la insertamos aquí. Francisco pedía a sus frailes: 266. Espejo de Perfección, c. 5, L X X V I [BAC 660], 267. «Deben, ante todo [al llegar los frailes a la ciudad para fundar un convento] mirar qué espacio les será preciso, no olvidándose de la santa pobreza, y del buen ejemplo que debemos dar en todo»: Espejo de Perfección, c. 2, X [BAC 603]. Fue mucha la oposición que le hicieron algunos religiosos, especialmente prelados y hom­ bres de ciencia, en lo relativo al modo de edificar los conventos, y a pesar de que él no lo juzgaba conveniente: «como el santo era tan contrario a dar el más pequeño motivo de escándalo, condescendía con la voluntad de los frailes, aunque fuese bien a pesar suyo»: E spejo de Perfección, c. 2, X I [BAC 604-605], 268. B uenaventura , c . 8, n, 3 [BAC 514-515], 269. Espejo de Perfección, c. 3, X X V II [BAC 618], 270. B uenaventura , c . 2, n. 5 [BAC 474-475], 271. Es indudable que el ambiente de una época tiene un influjo notable en la ideología y el comportamiento de las personas; y que el juicio de loshagiógrafos está sometido también a esta misma ley de inducción ambiental. Sabemos también por Caracterología que el comportamiento temperamental de los tipos sheldonianos es dife­ rente en este tema. Ver nuestra Introducción a la Ascética Diferencial, Madrid 1968, 3.“ ed., 277. Por eso, aunque en nuestra época juzguen muchos que el modo tradi-

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