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SAN FRANCISCO DE A S IS . 149 c) Alegría espiritual. Ya dijimos que el lema de los discípulos de Asís era paz y alegría. E l llamado Diálogo de la perfecta alegría 215 es un legado de inapreciable valor, dejado por Francisco a los suyos, y con ellos al mundo entero. Se le considera, junto con el Cántico del Sol, la obra maestra del santo; y como muy bien dice Englebert, con él quiso inculcar a su predilecto hermano León — y con él a todos los cristianos— : «la definición más sorpren­ dente [de la perfecta alegría], que jamás se oyó después del Evangelio: Bea- ti qui persecutionem patiuntur, bienaventurados los que padecen persecu­ ción» 2I6. Pero entiéndase bien, que la «definición» de Francisco sobre la per­ fecta alegría, la da de un modo concreto y lleno de imágenes, no con sonoras palabras llenas de conceptos abstractos que nos den el género y la diferencia de lo que es esta virtud tan fundamental del cristianismo. E l pasaje es ini­ mitable, y por otro lado conocido, aunque no podemos dejarlo pasar aquí sin un breve comentario. Va el santo de camino con su predilecto Fray León, desde Perusa a Santa María de los Angeles. E l frío del invierno era intenso. Francisco le va dando por entregas una serie de lecciones convergentes a Fray León, que caminaba delante de él. La perfecta alegría no está en que los frailes menores den por todo el mundo un ejemplo de santidad y mucha edificación; ni en que hagan milagros dando vista a los ciegos, oído a los sordos, habla a los mudos, ni en que sanen a los tullidos, arrojen a los de­ monios y aun resuciten muertos; ni está en que sepan todas las lenguas y ciencias, ni en que conozcan las Escrituras, profeticen y revelen cosas del futuro, o penetren en el secreto de las conciencias; ni en que hablen lenguas de ángeles, conozcan el curso de las estrellas, las propiedades de las hierbas; ni en que descubran todo los tesoros de la tierra, conozcan la naturaleza de las aves, peces, animales y hombres, las propiedades de los árboles, piedras, raíces y de las aguas; ni en que por la predicación de ellos se conviertan todos los infieles a la fe de Cristo. Al cabo de dos leguas de camino, Fray León pregunta intrigado a Fran­ cisco en qué está, pues, la perfecta alegría. E l santo le contesta, según su estilo, de un modo bien concreto. Si al llegar ateridos de frío al convento de Santa María de los Angeles al que se dirigían, el portero no les reconoce ni les quiere recibir, y les insulta: «Si toda esa crueldad, injurias y repulsas, las sufrimos nosotros pacientemente, sin alterarnos ni murmurar, pensando humilde y caritativamente que aquel portero conoce realmente nuestra indig­ nidad...; escribe ¡oh hermano León! que en esto está la perfecta alegría». Y si perseverasen ellos en llamar, y saliese el portero echándolos fuera con injurias y bofetadas como a bribones importunos; ...si nosotros «sufrimos esto pacientemente y con alegría y amor, escribe ¡oh hermano León!, que 215. Puede verse en Florecillas I, c. 7 [BAC 95-97], E ng lf.b f.rt [ o . c .; 266, nota] ofrece una versión de Bughetti —publicada en A rcbivum 20 (1927) 107— , que parece ser más antigua y auténtica. 216. O. c., 266.

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