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SAN FRANCISCO DE A S IS . 137 dente que tocios los demás. Sé al presente benigno conmigo, sé atento, por­ que yo antes te he amado en el Señor» 132. Siguen en orden de preferencia, tras el sol y el fuego, el agua : «Después del fuego — leemos en el Espejo de Perfección — amaba Francisco singular­ mente el agua, como figura de la santa penitencia y tribulación, con las que se limpian las manchas del alma, y porque esta limpieza se hace, primero, con las aguas del Santo Bautismo» I33, llegando consecuentemente en su vi­ sión sobrenaturalista del mundo, a buscar delicadamente cuando se lavaba las manos: «un lugar donde, al caer el agua, no pudiese ser hollada por los pies» (Ib .). Su amor fino y sobrenatural se extiende a todo: también a las piedras, nombre aplicado por la Escritura a Cristo, por lo que: «cuando caminaba sobre las piedras, lo hacía con gran temor y reverencia, por amor de Aquél a quien se da el nombre de piedra TPiedra angular]» 134; y, por poner un ejemplo extremo, también a la hermana ceniza, con la que condi­ mentaba sus alimentos, aunque para disimular su abstinencia en esta acción, decía a los frailes: «que la hermana ceniza era casta (manantial de casti­ dad)» 135. b) Francisco y el mundo vegetal. También a los árboles y plantas llegaba el corazón inmenso de Francisco, e igualmente que decíamos hablando del mundo inorgánico, vibraba con ellos por motivos sobrenaturales. Encargaba al hortelano del convento, que no emplease toda la huerta en cultivar le­ gumbres y otros vegetales propios para comer, sino que: «destinase alguna parte de la misma [huerta], a fin de que produjese, a su debido tiempo, flores para los frailes, por amor de Aquél que se llamaba a sí mismo flor del campo y lirio de los valles ». Más aun...: «que debía cultivar un pequeño jardín en cualquier sitio de la huerta, plantando en él hierbas olorosas y arbustos de los que producen hermosas flores, para que, en su tiempo y con su belleza y aroma, invitasen a cantar las divinas alabanzas a cuantos hom­ bres las vieren o contemplasen. Pues, en verdad toda criatura nos habla, diciendo: "Dios me crió por amor tuyo, ¡oh hombre! ” » l36. En general, todo árbol le recordaba al madero de la Cruz, por lo que ordenaba al religioso encargado de preparar la leña, que nunca cortase un árbol del todo, para que pudiese reproducirse y esto: «en prueba de su amor a Aquél que quiso obrar nuestra salud en el árbol santo de la cruz» (Ib .). c) Francisco y los animales. Y si los árboles y plantas hacían vibrar a Francisco llevándole a Dios, los animales — más cercanos a nosotros por sus 132. I I C elano , n. 116 [BAC 432]. 133. Espejo de Perfección, c. 12, C X V II'I [BAC 698], 134. Espejo de Perfección, c. 12, C X V III [BAC 698], 135. Leyenda de los tres compañeros, n. 15 [BAC 715], 136. Espejo de Perfección, c. 12. C X V III [BAC 698-699]. AI contemplar Fran­ cisco la lozanía de las flores: «divisaba luego al punto en su pensamiento la hermo­ sura de aquella otra flor que, brotada de la raíz de .Tesé, en tiempo de exuberante pri­ mavera, resucitó con su gratísima fragancia millares de almas muertas»: I Celano, n. 81 [BAC 300],

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