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136 ALEJANDRO ROLDAN V IL L E R ceguera); como porque toda su obra se encontraba en peligro bajo la égida de Fray Elias, viviendo él entonces intensamente una voluntad de perdón hacia los posibles culpables, y de resignación ante sus enfermedades cor­ porales. Se ha discutido sobre el sentido de la palabra italiana «per» (en caste­ llano «por»), que es repetida ocho veces en tan cortos versículos. Parece que el significado mejor del «por» es «con motivo de»; por ejemplo: «Gra­ cias, Señor, con motivo del Fuego, que me diste como Hermano» 128, etc. En cuanto al título de «Cántico del Sol», nos parece menos propio de suyo que el de «Cántico de las criaturas», ya que de los 32 versículos del Cán­ tico sólo cuatro están dedicados al astro rey. Pero Francisco da preferencia a éste — «especialmente el hermano Sol» (v. 6 .°)— posiblemente por llamar­ se a Dios en la Escritura: «Sol de Justicia» 129; y por ello lo titula de ese modo. Veamos el orden de preferencia del santo dentro del grupo de los seres inanimados. Los destaca por este orden: al sol, al fuego y al agua. Las razones que la iluminan estas preferencias: «Por la mañana — dijo un día Francisco — cuando aparece el sol, todos los hombres deberían alabar al Señor, que lo crió para nuestra propia utilidad y con su luz ilumina nuestros ojos durante el día. Mas, cuando por la tarde viene la noche, también todo hombre debería alabarle por causa del hermano fuego, pues con su brillo ilumina nuestra vista durante las tinieblas nocturnas. Todos, en efecto, esta­ mos como ciegos y el Señor da luz a nuestros ojos por medio de estos dos hermanos nuestros, el sol y el fuego» 13°. Pero el sobrenaturalismo trascen­ dental del «Pobrecillo» de Asís, no podía contentarse con estas razones pu­ ramente naturales, y por ello añadía la que hemos indicado de tener estas criaturas más semejanza con Dios nuestro Señor, que en las Escrituras es llamado Sol de Justicia, así como Cristo, Luz del Mundo (Ib .). También manifiesta su preferencia por el fuego: «por razón de su hermo­ sura y provecho, por lo cual nunca quiso estorbar su especial actividad», hasta llegar a lo insólito e ininteligible para nosotros, como el no querer apagar el fuego que inadvertidamente había prendido en sus vestidos, e im­ pedir a sus frailes que lo hicieran, con peligro de su vida 131. Pero no puede extrañarnos mucho esta conducta, ya que su interpretación literal y sin glosa de la Escritura le invitaba a obrar de este modo: «Fuego he venido a traer a la Tierra, y ¿qué quiero sino que arda?». Y cuando tuvo que ser inter­ venido por el cirujano, aplicando el cauterio cerca de los ojos, al sentir en su cuerpo un impulso de horror, le habló de esta suerte: «Fuego, herma­ no mío, el Altísimo te ha creado potente, hermoso, útil, y más resplande- 128. E ng lebert, o . c ., 380, nota 11. 129. E spejo de Perfección, c. 12, C X IX [BAC 699]. 130. E spejo de Perfección, c. 12, 1. c. 131. E spejo de Perfección, c. 12, CXV I [BAC 697].

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