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SAN FRANCISCO DE A S IS . 109 queriendo in stru ir al lector en el uso crítico de las fuentes de la esp iritu alidad franciscana, que: «Lejos de lib erarse [Celarlo] de los factores de am biente que influyeron en los recuerdos de los compañeros, él m ismo cede, a veces inconscientem ente, a la tentación de polem izar, o al menos de moralizar, a costa de la fidelidad histórica, guiado por el deseo de p rese n tar la vida del fu nd ado r como espejo y ejemplo d e perfección para sus h ijo s » 6. Y refi riéndose Legisima-G. Cañedo a esta m isma 2 .a Vida de Celano, afirman: «que es ya obra de tesis». E scrita después del gobierno discutido de Fray Elias: «Celano p resen ta a San Francisco como defensor de las teorías defendidas p o r los c e la n te s» 7. Y , aun tratan d o estos m ismos preclaros autores de la 1 .a Vida de Celano, nos aseguran que: «E n ocasiones no se sabría d istingu ir en tre lo que es histórico y lo que es pu ro recurso literario , o comprom iso de género legendario» 8. La m isma actitu d «tendenciosa» se nos advierte se da en la «Leyenda M aior» de San Buenaventura, quien, si bien es cierto que «nos da una visión veraz y segura del P obrecillo; pero el fin de la pacificación [d e la O rd e n ] perseguido, le obligaba a m ostrarse ecléctico en muchos p u n tos discutidos, callando todo aquello que pud iera ser mal in te rp re tad o por los celantes. Son varios, po r esta razón, los rasgos característicos del santo que om ite o toca ligerísim am ente» 9. P ero , si pasamos a las Florecillas — q u e diríam os contener la esencia más fina y su til del franciscanismo— , la intranqu ilid ad crítica del lecto r crece p o r mom entos. «Las Florecillas — se nos dice en plan de justificación crí tica de las m ismas— tien en algo más que un valor legendario y simbólico, tien en u n valor histórico no despreciable» 10. P ero , al in tern arno s en su lec tu ra inm ediata, no acaba uno d e saber con ex actitud hasta dónde alcanza ese valor histórico, y hasta qué p u n to se mezcla en él ese sabor legendario de los hechos, qu e el lecto r va encontrando a cada paso. N o b asta, para lograr la tran q u ilid ad ansiada po r el lector crítico, con o ír a Sarasóla que: «No s o n ... un p rodu cto de la fantasía popu lar, una serie de rapsodias que la im a ginación ingenua creadora y tran sfo rm ado ra de las m uchedum bres m edieva les fue elaborando en tiem pos de fe y de amor. N o; es un a tradición oral, b ien definida, no popu lar, n i vaga» 11; pues m ien tras no se concrete hasta qué elem entos de la narración llega la leyenda, quedarem os siempre perple jo s ...; sobre todo , cuando oímos a o tro biógrafo establecer, «como criterio» , p ara el uso co rrecto de las fuentes sobre la esp iritualidad franciscana, que «hay que con tar con el factor legendario» !2. 6. L. I r i a r t e d e A s p u r z , Vocación franciscana, Madrid 1971, 279. 7. O. c„ X X V I I . V er también L. I r ia r te de A sp u rz, o . c., 281. 8. I r ia r te de A sp u rz, o . c., 274. 9. L egisim a-G . Cañedo, o . c., X X IX . 10 . Id., o. c., X X IV . 11. Luis de Sarasola, San Francisco de Asís, Madrid 1929, LXXV . 12. I r ia r te de A sp u rz, o . c., 266.
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