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SAN FRANCISCO DE A S IS . 135 dente, en que se nos muestra la naturaleza: mundo inorgánico, vegetativo, animal y hominal. a) Francisco y la naturaleza inanimada. Entre sus escritos líricos hay uno muy representativo de la espiritualidad franciscana; me refiero al Cántico del Hermano S o l 124, que es llamado a veces por algunos autores — y tal vez con mayor propiedad, como veremos— Cántico de las Criaturas ( Laudes de creaturis) 125. Parece que lo compuso en S. Damián 126 — adonde había ido a despedirse de Sta. Clara y sus hermanas, pensando que sería su última visita— , y en donde por haber tenido origen su vocación, sin duda le vinie­ ron a su mente los muchos beneficios que Dios le había concedido a través de los veinte años de su vida de entrega total a Dios. Como lo escribió dos años escasos antes de su muerte, y es el último de sus escritos, algunos le apellidan el canto de cisne del santo. Sin embargo, otros autores, penetrando más en el sentido de sus frases y en las circunstancias en que fue escrito — como la de estar ya casi ciego— , lo consideran, sobre todo, como un sím­ bolo y compendio de toda su vida, y de sus ideales 127. Y , en efecto, el santo, incapaz ya de percibir la plena luz con sus ojos corporales, compuso su cán­ tico al sol (fuente de la luz), como despedida al ser tan hermoso, que se le escapaba ya del alcance de sus ojos. Lo compuso con música, de modo que era un verdadero «cántico». Un análisis de este escrito lírico del santo no es fácil por su misma estruc­ tura. E l hilo conductor de todos sus versículos es la alabanza a Dios de toda criatura: el sol, la luna y las estrellas; el viento, aire y nubes del cielo; el agua, el fuego y la bienhechora Madre-Tierra. Pero, dando un salto lírico, enumera a continuación a los hombres, que por amor de Dios perdonan, a los que soportan enfermedades y tribulaciones, a los que sufren en paz (¿Quién puede ignorar que en esas últimas ideas se reflejaba su situación per­ sonal?). Y, en fin, se acuerda de nuestra hermana Muerte (a quien estaba ya ansiando), de quien nadie se libra, «rayéndonos a la memoria la infelicidad de los que reciben la visita de la primera muerte en pecado, y la bienaventu­ ranza de los que cumplen la voluntad divina, pues no conocerán la segunda muerte y definitiva. Parece, pues, claro que en este Cántico del Sol hay pro­ yecciones personales de S. Francisco. Estas logran su unidad, por un lado, en la espiritualidad del Santo; y, por otro, en las circunstancias por las que atravesaba. En su espiritualidad, que era eminentemente mística; y en las circunstancias ambientales, tanto porque afectivamente sintonizaba y vibraba de modo especial con las fuentes de la luz — Sol y fuego— , en medio de los demás seres de la creación (sobre todo estando de por medio su casi- 124. Ver el original y la traducción castellana en Legisima-G. Cañedo, o . c . [BAC 62-63]. 125. Por ejemplo: I I C elano , n. 213 [BAC 456], 126. E nglebert, o . c ., 377, y nota 8. 127. Felder, o . c ., 442.

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