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134 ALEJANDRO ROLDAN V IL L E R la percepción de la fragancia de sus aromas? Divisaba luego al punto su pen­ samiento, la hermosura de aquella otra flor que, brotada de la raíz de Jesé, en tiempo de exuberante primavera, resucitó con su gratísima fragancia mi­ llares de almas muertas» " 9. Ya se ve que no nos habla aquí Celano de la simple contemplación del mero esteta, que goza de las galanuras de la natu­ raleza, sino principalmente de la de un alma profundamente humana, y a la vez mística, que se eleva a un plano superior con ocasión de cualquier criatura. Se trata de una contemplación para alcanzar amor ignaciano 120, vivi­ do de modo habitual. Oyendo, pues, a S. Francisco llamar «hermanas» a las criaturas todas del universo, diríamos que se sentía inmerso en un «cuerpo místico» a escala cósmica. Las llama hermanas, porque — como nota S. Buenaventura — «sabía muy bien que todas tenían con él un mismo Principio » m. Fruto de esa visión sobrenatural de la naturaleza eran aquellas reacciones del santo — inin­ teligibles desde otro ángulo de visión— como la de predicar a las flores, cual si estuviesen dotadas éstas de inteligencia, la de exhortar: «a la grati­ tud a los trigos y viñedos, a las piedras y a las selvas, a la llanura del campo, a las corrientes de los ríos, a la ufanía de los huertos, a la tierra y al fuego, al aire y al viento» m . Y por ese motivo sobrenatural de este «animismo franciscano», no sólo se conmovía a la vista de los sufrimientos de los hom­ bres y animales, sino que: «entre toda clase de animales, sentía mayor ternura y simpatía por los corderillos, porque en las Sagradas Escrituras, la humildad de Nuestro Señor Jesucristo es comparada frecuentemente, y con mucho acierto, a la mansedumbre del cordero» m. E l motivo sobrenatural sobrenada en toda ésta como simbiosis e inmersión de Francisco en plena naturaleza. Pero descendamos a pormenores en este riquísimo venero del animismo sobrenatural de Francisco, recorriendo los cuatro peldaños de la escala ascen­ 119. I C elano , n. 81 [BAC 300], 120. San Ignacio, Ejercicios E spirituales :«Mirar cómoDios habitaen las cria­ turas, en los elementosdando ser, en las plantasvegetando, enlos animales sensando. en los hombres dando a entender, y así en mí dándome ser, animando, sensando y ha­ ciéndome entender; asimismo haciendo templo de mí, siendo criado a la sim ilitud e imagen de su divina majestad» [235]; «Considerar cómo Dios trabaja y labora por mí en todas cosas criadas» [236]; «Mirar cómo todos los bienes y dones descienden de arriba, así como la mi medida potencia, de la suma y infinita de arriba, y así la justicia, bondad, piedad, misericordia, etc., ...así como del sol descienden los rayos, de la fuente las aguas, etc.” [237]. 121. B uenaventura , c . 8, n. 6 [BAC 515]. El fuerte de S. Francisco no era la Filosofía, y no puede exigírsele precisión cuando habla con el corazón, y sin pensar en matices conceptuales. Por eso no distingue entre «producción» y «generación», por lo que se siente hermano de todo ser que proceda de Dios. Pero, en realidad, Dios no es «Padre» de los seres inanimados, sino «Creador»; en cambio, es ciertamente padre de los hombres, porque nos engendra por la gracia al orden sobrenatural, y por ella somos hijos de Dios. 122. I C elano , n. 81 [BAC 300], 123. I C elano , n. 77 [BAC 298],

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