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SAN FRANCISCO DE A S IS . 133 esta vida de prisión, su delicada salud se resintió, y cayó enfermo. Pero esta enfermedad fue la ocasión de que reflexionase y pusiese los fundamentos de su entrega incondicional a D ios. Empezó a sentir melancolía ante los encan­ tos de la naturaleza y los paisajes que antes había gustado, y al saber que un noble de Asís se disponía a salir hacia la Apulia para ganar fortuna y honores, quiso juntársele soñando con ser armado caballero, y hacer hazañas militares de renombre 117. Pero Dios le esperaba en esta ocasión — como siglos después a Iñigo de Loyola — para llamarle a una milicia superior, que no suprimió el ansia de gloria, aunque cambió su objeto. Lo que una persona­ lidad volitiva robusta no soporta es la mediocridad, sea en el terreno que sea. Estos son los rasgos principales de la personalidad volitiva de S. Farncis- co, aunque — como vamos a ver enseguida— quedó muy matizada con una más fuerte personalidad afectiva. 3) Personalidad afectiva de S. Francisco Pero si Francisco estuvo dotado de una fuerte personalidad volitiva, como acabamos de indicar, la personalidad más acusada en él fue la «afectiva», y es por la que le reconoce el mundo entero. Y , como el orden afectivo es rico en matices, ya que hay muchas clases de sentimientos superiores — como el estético, el social, el moral, el religioso, y el simplemente humano— , nota­ mos desde el principio, que la personalidad afectiva de Francisco se da sobre todo en el orden humano-estético, y en el religioso; pero nos ocuparemos ahora preferentemente del primero, pues del último trataremos expresamente en el apartado siguiente. Francisco llama «hermanas» a todas las criaturas. Se siente especialmente vinculado a toda la naturaleza — animada e inanimada— , y repercute en él toda lesión al mundo que le rodea, como si le afectase a sí mismo. «No puede — nos dice Sarasóla sintetizando diversos pasajes de Celano — ver sufrir a un animal, cortar un árbol, enturbiar una fuente, ex­ tinguir una llama, sin que experimente un malestar doloroso, y no acierta a pasar junto a un pobre sin increparse a sí mismo de ladrón» U8. Puede al­ guien pensar que la personalidad afectiva de Francisco era, ante todo, esté­ tica, y que vibraba tanto con la hermosura de la naturaleza muerta, como con la belleza de las plantas, con la espléndida vitalidad del mundo animal, y no menos con el encanto derramado por Dios sobre todos los seres huma­ nos. Prescindiendo por ahora de si se dio, o no, en Francisco esta sensibili­ dad preferentemente «estética»; penetrando más en el interior de su espí­ ritu, constataremos que su personalidad afectiva era primariamente la «hu­ mana», y por cierto en el plano «sobrenatural». «¿Quién se puede figurar — nos dice Celano — la alegría desbordante de su espíritu al contemplar la lozanía de las flores y la variadísima constitución de su hermosura, así como 117. 1 C elano , n. 3, 4, 5 [BAC 255-256], 118. O. o., 102.

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