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132 ALEJANDRO ROLDAN V IL L E R cisco cuando se presentaron en Roma a pedir la aprobación de la Regla en 1209. Luego vinieron las dificultades internas, como efecto del crecimiento excesivamente rápido promovido por Fray Elias, y las mitigaciones que introdujo éste en la Orden. Celano nos habia de: «una gravísima tentación de espíritu», que padeció Francisco durante dos años in, pero la supo supe­ rar y no desfalleció. Cuando al fin de su vida contemple la desviación de algunos Ministros de la Orden, y se vea impotente para arreglar los males, pronunciará aquella frase famosa, aunque sin amargura: «Vivan a su arbi­ trio» 112; «no estoy obligado más que a orar por ellos y darles buen ejem­ plo» Fue constante toda la vida, aun cuando se sintiese fracasado en su empeño de suprimir los males de la Orden. f) Apasionado y radical. Apasionado fue Francisco, no sólo en el sentido de que su amor se extendiese a toda criatura de Dios IU, sino por la fuerza e intensidad con que este amor se dio en él. Su apasionamiento no era el veleidoso, que se da en tantos hombres de este tipo, sino que iba acompa­ ñado de una voluntad robusta. Baste recordar la escena del leproso con quien se tropezó yendo a caballo y «cuya vista le produjo un horror extra­ ordinario». Era el principio de su conversión, pero: «recordándose de que para ser fiel soldado de Cristo es preciso comenzar a vencerse, se apeó del brioso corcel, y acercóse al leproso, le abrazó y le besó con inefable ter­ nura» ll5. Su radicalidad también la mostró especialmente en otro orden: en no querer «interpretar» el Evangelio, sino tomarlo «al pie de la letra». Por lo mismo no quería interpretaciones de la Regla, y no quiso nunca para sí exenciones de la misma, en cosas que sus hermanos no tuviesen 116. g) Ansia de gloria. Este rasgo — tan propio de la personalidad volitiva— se dio en el Francisco de antes de su conversión. Se había criado en ambiente de guerras civiles. En 1174 los comerciantes de Asís intentaron infructuo­ samente liberarse del yugo imperial, pero, al empeorar la situación de Ale­ mania con ocasión de las rivalidades nacidas por la sucesión de Enrique VI, vivió Francisco — teniendo sólo 15 años— un movimiento general de toda Italia contra el dominio germánico. Por eso no es de extrañar que sus ansias de gloria — propias de su temperamento— se materializasen entonces, no sólo en gastar dinero con sus amigos, sino en ansiasde gloriamilitar. Quiso enrolarse en los ejércitos del Papa contra el Imperio. Dehecho,estuvo en la batalla de Collestrada entrePerusa yAsís, en laque cayó prisionero, te­ niendo que estar unañoen los calabozos dePerusa. Comoconsecuencia de 111. I I C elano , n. 115 [BAC 407]. 112. I I C elano , n. 188 [BAC 443], 113. Espejo de Perfección, c. 5, L X X X I [BAC 666], 114. «Es un apasionado —dice Lekeux, o. c., 17— , en quien el fuego nunca deja de llamear. Todo lo ama». 115. B uenaventura , c. 1, n. 5 [BAC 470], 116. E spejo de Perfección, c. 2, X V I [BAC 608],

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