PS_NyG_1978v025n001p0107_0189

130 ALEJANDRO ROLDAN V IL L E R y levantándose éste, le hizo seguir girando hasta que Francisco le paró en seco y eligió el camino hacia donde ocasionalmente tenía dirigido su rostro 103. E l mismo título de Hermanos Menores se le ocurrió de repente un día en que se leía en su presencia la Regla, y la llegar al pasaje en que se dice que: «los hermanos deben hacerse muy pequeños, minores, y considerarse inferiores a todos», hizo interrumpir la lectura de la Regla, y dijo que en adelante se llamarían así: Hermanos Menores l04. Y es que, atento Francisco continuamente a la voz de Dios, la encontraba en todo, y una sola palabra podía desencadenar en él toda una serie de reacciones, como cuando, estando en la Iglesia ruinosa de S. Damián, creyó oír por tres veces ante un cruci­ fijo: «Francisco ve y repara mi casa, que, como ves, se está arruinando to­ da» l05; lo que le bastó — como dijimos— para ponerse al punto a restaurar­ la, sin entender de momento que estas palabras tenían otro sentido ulterior, y que se referían a las vicisitudes por que pasaba la Iglesia de Cristo a la que había de ayudar con su Orden. d) Decidido hasta el atrevimiento. Como sujeto con el 2 .“ componente sheldoniano bien puntuado, Francisco no era de los que acaban nunca de arrancar a la acción, y buscan toda clase de aseguramientos antes de embar­ carse en una empresa. Sus decisiones en muchas cosas de importancia fueron siempre «primarias». En la fiesta del Apóstol S. Matías de 1208, antes de entregarse a Dios por entero, oye Francisco leer en la Iglesia el Evangelio de S. Mateo (10, 7-14), en que Cristo se dirige a sus discípulos y les dice: «Id y predicad, diciendo: el reino de los cielos se acerca. Curad enfermos, resu­ citad los muertos, limpiad los leprosos, lanzad los demonios... No poseáis oro ni plata, ni dinero en vuestras fajas, ni alforjas para el camino, ni dos túnicas, ni zapatos, ni cayado, porque buen derecho tiene el obrero a su sustento...». Pues bien, Francisco siente entonces una conmoción interna, y cuando todos los fieles se han marchado, se acerca al sacerdote que había dicho la misa, y le pide que le repita el texto y le explique el sentido del Evangelio. Oído éste, dijo enseguida — en pasaje paralelo a otro que hemos citado ya— : «Esto es lo que yo quería, esto es lo que yo buscaba, y esto con todo mi corazón deseo cumplir». Y con una alegría desbordante pone enseguida en práctica lo que había oído» l06. Ahora bien, estas decisiones repentinas rozan a veces el atrevimiento, como cuando su padre, al ver que Francisco «dilapidaba» (? ) sus bienes dándolos a los pobres, reclama la in­ tervención del Obispo para que Francisco renuncie a su herencia, y le de­ vuelva todo lo que tenía. Acto seguido, Francisco se despoja de sus vestidu­ 103. Florecillas I, c. 10 [BAC 101]. 104. E nglebert, o . c ., 147. 105. B uenaventura , c . 2, n. 1 [BAC 472] 106. I C elano , n. 22 [BAC 266],

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz