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128 ALEJANDRO ROLDAN V IL L E R de muchos 93. Concretamente Francisco — nos dice un autor moderno— «sale del mundo, que llegó a constituir la cristiandad feudal con sus clases socia­ les — clérigos, caballeros, campesinos— , pero que no incluía al pueblo, sim­ bolizado por los leprosos» 94. Francisco intentó corregir de hecho este error. Antes ya aludimos a la reforma sociopolítica que Francisco realizó —-cons­ ciente, o no, de ello— al fundar su 3.a Orden, con una estructura jurídica que influyó en el cambio de la sociedad feudal. c) Carismàtico. Usamos aquí el término carismàtico, no en cuanto puede derivarse de «carisma» (tema del que hablaremos más adelante), sino en cuanto responde a un rasgo del tipo 2 .° sheldoniano, que se guía más por impulsos propios, que por normas preestablecidas; y que por sus ansias de acción, se lanza a ella sin tener todos los cabos atados, confiando en que, sobre la marcha, podrá determinar los últimos pormenores para realizar su plan, o aun rectificar lo posiblemente mal enfocado. Los carismáticos no son hombres de definiciones, sino de realizaciones9;>. Si se dan a Dios, no les gustan las leyes externas y menudas, que coartan la acción, sino que prefie­ ren guiarse — como decíamos— por la ley interna de la caridad. También por este su modo de ser, son algo improvisadores, y les molesta la excesiva previsión y cálculo. Algún hecho histórico de la vida del santo puede aclarar lo que decimos. S. Francisco no sólo improvisó muchas veces su predicación, hablando a los fieles según Dios le insparaba 96; sino que hasta mandó predi­ car a Fray Rufino, que le había rogado no se lo mandara porque no estaba preparado97. Cierto que pudo influirle la experiencia que una vez tuvo, en que se preparó para hablar ante el Papa y Cordenales, y al salir a predicar se olvidó completamente de todo lo que había preparado, a pesar de lo cual le salió su sermón muy a gusto de sus honorables oyentes. Pero, dice tanto la improvisación con el tipo 2 .° de Sheldon, que nos inclinamos a interpre­ tarle como lo hemos hecho. Todavía más, el carismàtico, cuando rebosa fe y espíritu sobrenatural — como es el caso de S. Francisco — llega a usar métodos para buscar la vo­ luntad de Dios, que quien no tiene tanta fe ni un enfoque tan sobrenatural, como el santo, podría juzgar de «simplistas», «ingenuos», y aun que pudie­ ran parecer tentar a Dios. Francisco, por ejemplo, próximo ya a su entrega total a Dios, es consultado por un joven (el que sería más tarde Fray Ber­ nardo de Quintavalle), que por tener muchos bienes, dudada sobre lo que debía 93. M t. 25, 40. 94. Louis Antoine, La experiencia franciscana, Santiago de Chile 1974, 43. 95. Como muy bien dice un biógrafo del santo: «San Francisco no dio definición de la pobreza. No era hombre de definiciones. Como todo carismatico, se producía por medio de actitudes concretas, modos de vida. A la pregunta, ¿qué es la pobreza?, res­ ponde: es la pobreza de nuestro Señor Jesucristo»: L. Ir ia r te de Aspurz, Vocación franciscana, Madrid 1971, 97. 96. Florecillas I, c. 26 [BAC 130], 97. Florecillas I, c. 29 [B A C 1 3 5 ],

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