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SAN FRANCISCO DE A S IS . 127 E l dinam ism o fundacional de Francisco se aprecia todavía más, si se tiene en cuenta que murió a los 45 años, y que, p o r consiguiente, tuvo que realizar su ingente labor sólo en 20 años. Sin em bargo, si consideram os, po r u n lado, una cualidad de Francisco que hemos de com entar ap arte: su m odo de ser «carismàtico» — que desdeñaba toda legislación m inuciosa que impidiese la -acción, y qu e daba más valor a la ley in tern a del am or que al mero cumpli­ m ien to de las observancias legales— , y p o r o tro lado, la dureza de vida a que le llevó la in terp retación literal y sin glosa del Evangelio, hay que confesar que ambas causas pud ieron restar eficacia a su ingente labor de organizador. La crisis in terna de la O rd en fue provocada, ta n to por la falta de porm enores concretos en su legislación, como po r la diversidad de tendencias surgida en tre sus frailes, y no menos po r la ausencia personal del san to , cuando en un m om ento crítico se marchó a Siria en calidad de m isio n e ro 88. E stas cir­ cunstancias o riginaron una crisis, en la que Fray Elias, ansioso de fom en tar a cualquier precio el crecim iento numérico de la O rd e n , y algo despreocupado del rigor de la Regla, sembró el desconcierto en el grupo p rim itivo. E sto forzó la vuelta rápida de Francisco del O rien te M edio, aunque ya tard e para rem e­ d iar los males y ev itar la escisión in tern a de la O rd en 89. Los inconvenientes del excesivo núm ero de frailes reclutados p o r Fray Elias, se pusieron de manifiesto ya en el famoso Capítulo de las esteras, en el que se nos habla de 5 .000 frailes repartido s en grupos de 60, 100 ó 300 90. E ste viraje de la F ra tern id a d — realizado bajo el m ando de Fray Elias — , no pudo ser corre­ gido po r la m isma interv en ción del P ap a, que si bien no elim inó a los celan­ tes de la O rd e n (como hubiesen qu erido los novadores), defendió a S. Fran­ cisco de los ataques qu e se le dirig eron , y aun logró desacred itar a F ray Elias como causante del conflicto. Entonces «Francisco se retiró al bosque cercano de la Porciúncula p ara o rar y llo r a r» 91, pero la división de ánimos estaba ya consumada. Y es que Francisco era un organizador que se fiaba dem asiado de la bond ad de la naturaleza hum an a, y no contaba mucho con la debilidad del hom bre caído: era un organizador ca rism à tic o 92. b ) Revolucionario. H em os dicho que Francisco era un líd er y un orga­ nizador; pero hay que añad ir que fue un refo rm ado r «revolucionario». Claro que, aun en esto, im itó a Jesucristo, su M aestro, pues la revolución que sus­ citó Francisco era de «paz y sosiego in terio r» . La revolución de las O rden es M endicantes supuso una vuelta al Evangelio, un redescubrir a Cristo en los p ob res, con los que Jesucristo se identificará el día del juicio con asombro 88 . E n glebert, o. c ., 282 ss. 89. Parece que el santo fundó la 3." Orden precisamente para frenar la entrada de tantos frailes en la Orden: E nglebert , o. c., 302. 90. Su nombre se debe a que el número ingente de congregados les obligó a aco­ modarse a la intemperie, viviendo y durmiendo sobre esteras: E nglebert , o. c., 246. 9 1. E n gleb ert, o . c ., 346. 92. La misma redacción del Estatuto de la 3.a Orden, parece poder afirmarse — por criterios internos-— que no es del santo: E n glebert, o. c ., 3 12 .

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