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126 ALEJANDRO ROLDAN V IL LER ciso observar esta constitución en lo que se refiere a esta señora, que vino de tan lejos, obligada po r su grande fe y devoción» 82. La m ansedum bre del Santo le llevaba tam bién a ser — como nos dice Celano — : «p ron tísim o en el perdon ar» , « ta rd ío en el airarse» y fácil en avenirse con los caracteres / Oí mas opuestos . Con todo, no se crea que esa m ansedum bre rayaba ya en el defecto en que caen los que llamamos «padrazos». Francisco actuaba como un padre, pero en las ocasiones que lo exigían, era enérgico. Consta que expulsó a mu­ chos de la O rd e n , sobre todo p o r ser perezosos, o — como decía el san to , no sin hum o r— : «E l hermano-mosca, que se vaya» M. Más aun, hay algunos párrafos en sus am onestaciones, que nada tienen de d u lz o n e sS5. E sto quiere decir que S. Francisco nunca recurrió a la violencia en la prosecución de sus fines, pero que tampoco se dejó am ilanar cuando alguien se in terpu so en su cam ino, en cosa que él creía de im portancia. 2.“ Actitud de S. Francisco frente a las cosas del mundo que le rodeaban E num erem os las cualidades psicológicas que adornaron el alma de Fran­ cisco en este aspecto: a) Organizador. A pesar de que acabamos de sugerir que la estru ctu ra jurídica de la F ratern id ad franciscana era algo deficiente (com parada con otras), Francisco era un organizador de excepción. F undó tres O rden es: la p rim era de hom bres, o «H erm ano s M enores»; la segunda, de m ujeres, o «C larisas» — po r el nom bre de la prim era joven que quiso seguirle: Clara Scifi — ; y la tercera, de seglares casados 87. P ro n to sintió ansias universalis­ tas, y distribuyó sus escasas huestes po r diversas naciones: a F ray Elias de C ortona le hizo M inistro P rovincial de Siria, a F ray Bernardo de Q uintavalle le envió a E spaña, y él quiso m archar a su querida F rancia; aunque al llegar a F lorencia, el Cardenal Hugolino, le aconsejó que no abandonase Italia. Fray Pacífico fue quien — en su lugar— marchó a fund ar en P arís. E n P o r­ tugal surgirán p ro n to fundaciones como las de L isboa, G uim araes y Ale- guer; y lo m ismo ocurrió en H ung ría, en A lem ania (po r cierto que allí fue­ ron unos sesenta frailes sin saber ninguno de ellos el idioma alemán, con las consiguientes peripecias que cuentan los histo riadores), y en Ing laterra. 82. Espejo de Perfección, c. 11, CX II [BAC 693, 694]. 83. I C elano , n. 83 [BAC 301, 302], 84. C. K oser, El Franciscanismo y su fuerza de atracción en el mundo de boy, Va­ lencia 1973, 32. 85. Opúsculos. Letras que envió a todos los fieles [BAC 46, 47]. 86 . Sarasola, o . c ., 458. 87. Por cierto que,desde el abate H. Bremond, se hahablado, nosin humor — como caso único en la Historia de las Ordenesreligiosas— ,de una4.a Orden: la de los «franciscanistas», dedicados a registrar los depósitos de archivos y manuscritos, a publicar y anotar documentos y escrudriñar los problemas complejos que plantean las fuentes de la biografía de S. Francisco y de la historia de sus hijos. Paul Sabatier, con su Elude critique des Sources, en 1894, sería el verdadero fundador de estos fran­ ciscanistas. Ver A. Masseron, L os Franciscanos. Bosquejo histórico, Santiago de Chile 1974, 11-12.

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