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SAN FRANCISCO DE A S IS . 123 y de más fu erte originalidad que ha conocido el mundo en toda su histo ria» 67. Supuesta la distinción que venimos haciendo, ya se ve que no podemos sus­ crib ir esta afirmación refiriéndonos a la personalidad «in telectual»; pero sí lo hacemos sin reserva, lim itándonos a su personalidad «afectivo-volitiva» conjun tam en te. En cu an to a la personalidad volitiva, era de esperar que la tuviese po r el mero hecho de ser fund ado r de una im po rtan te O rd en reli­ giosa, sobre todo m ediando las innovaciones ya dichas que in trodu jo en la estru ctu ra de la vida claustral. Enum erem os las cualidades psicológicas de su p ersonalidad volitiva, d istinguiendo dos v ertien tes en la zona volitiva: acti­ tu d an te las personas, y actitud fren te a las cosas. 1.° Actitud de Francisco ante las personas que le rodeaban a) Líder nato. Francisco tiene el poder de arrastre personal que poseen todos los líderes. Apenas es derribado en su conversión, como lo fuera S. Pablo, piensa en reclu tar seguidores. «Como m anifestase su p ropó sito de ir a la Pulla para alistarse soldado — nos dice Celano — , fuele preguntado p o r la m isma voz: " ¿Q u ié n puede p rem iarte m ejor, el siervo o el se ñ o r?” . A lo que contestó Francisco: el Señor. Siguió la voz. ¿P o r qué buscas, pues, al siervo en lugar del Señor? Añadió al in stan te el santo: ¿Qué queréis que yo haga? "V uelv e inm ediatam ente — con tinuó la voz— a tu ciudad natal, p o rque la visión que te ha presentado tiene un sentido esp iritu al” » 6S. Volvió a su ciudad natal. P ero «un grupo de jóvenes de la ciudad de A sís... se ap re­ suraron a convidarle a unos banquetes de so ciedad ... E lígenle por capitán, reco rdando sin duda la pasada liberalidad con que satisfacía él solo las prodigalidades sin cuento de todos» (Ib .). Pues bien, este liderazgo n atu ral, se tran sfo rm a p ron to en un liderazgo espiritual, cuando se convierte a Dios. E n nueve meses se le ju n ta n once compañeros estables, que escogió en tre los muchos que al principio le siguieron tem p o ra lm e n te 69. Desconocemos el nom bre del prim ero, aunque sabemos que era natural de Asís y «de sencilla y piadosa v id a » 70. E l segundo fue un com erciante llamado Bernardo de Quin- tavalle, que — po r la sugerencia evangélica recordada a él por S. Francisco — vendió cuanto tenía y lo dio a los p o b re s 71. E l tercero, un canónigo llamado Pedro de C attan i, y el cuarto u n joven llamado Egidio o G iln . D e vuelta de la Porciúncula recibió Francisco a otro s cuatro: Sabbatino, Morico (que ha­ bía sido leproso, y atendido por Francisco), Juan de Capella (el Judas del colegio apostólico franciscano), y Felipe, el Largo. Más tard e se incorpora­ ron: Barbaro, Silvestre, Juan de Costanzo, Bernardo de V igilanzio y Angel 67. Anasagasti, o . c ., 251, nota 1. 68 . IT Celano, n. 6 [BAC 346]. 69. I C elan o ,n. 23 [BAC 26 7], 70. I C elano ,n. 24 [BAC 267]. 71. I C elano ,n. 24 [BAC 267]. 72. E n gleb ert, o . c ., 102.

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