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SAN FRANCISCO DE A S IS . 121 en la sustancia, cuanto en la f o r m a » H a y que in sistir, de nuevo, en que sólo se tra ta de que el santo fue el iniciador del movim iento m isionero mo­ derno, no de que la Iglesia no hubiese ejercido en modo alguno esa función esencial del mensaje de Cristo hasta el s. x m 37. La m isma O rd en Benedic­ tina tuvo su labo r m isionera en algún sentido, aunque fue Francisco quien tuvo ya en el M edievo la concepción actual de las m isiones, que el hagió- grafo citado sintetiza en estas cu atro n o ta s 58: 1 ) «Acercam iento cordial a los infieles». E fectivam ente, en medio de una época, en que el m undo cris­ tiano vibraba con las C ruzadas a base del uso violento de las armas, Fran­ cisco recu rre al abrazo cordial a los infieles. Al qu erer ensanchar el reino de Cristo de m odo que sus lím ites viniesen a coincidir con los del planeta: « tra ­ taba de b o rra r, sobre el mapa conocido, las barreras de color y de p red es­ tinación» 2 ) «C onstitución de una legislación apta, y la formación de un ejército pacífico y jerarquizado de m isioneros»; 3) «Creación de una vida religiosa sin clausura ». Los B enedictinos, por ejemplo, tuvieron su labor m isionera en E u ropa; pero Francisco q u itó el vo to de estabilidad, que ataba a los monjes y frailes a un lugar, haciendo con ello posible la movilidad m isionera; lo que con stituía una transform ación radical en la vida religiosa de su tiem po; 4) « Im pu lso de su ejemplo en los P apas (el prim ero de los cuales fue Gregorio I X) , que iniciaron las embajadas para los infieles». En fin, podemos añ ad ir que Francisco no sólo envió a sus compañeros a las m isiones, sino que fue personalm ente a e lla s 60; lo que, en un fundador, con stituye un a novedad digna de consignarse. Más aun, se han llegado a for­ m ular unos principios fundam entales de la m etodología fran ciscan a61, aunque esta m isionología no deba buscarse ev identem ente en la Regla, ni en otros escritos del santo, sino sólo en su «praxis». A hora bien, todas estas inno­ vaciones «en la actividad apostólica» de una O rd e n , suponen en su au tor un entendimiento práctico, que sobrepasa en mucho la mediocridad. P o r lo que se refiere a la «creatividad» de Francisco en el campo social y político, tenemos testim onios claros y decisivos: «Q ue Francisco — dice Felder — fue un renov ador social como apenas ha conocido o tro el mundo desde los días de C risto, lo reconocen hoy los escritores de todos los campos y de todos los m a tic e s» 62. La estru c tu ra de la 3.a O rd en franciscana, fun- 5 6 . A n a s a g a s t i , o. c., 21S . 5 7 . Anasagati (o. c., 2 4 0 ) interpreta en este sentido la visión en sueños que se atribuye a Inocencio III, de que un hombre vil y despreciable sustentaba con sus hombros a la basílica lateranense, amenazada de ruina: «La Iglesia — dice Anasagas­ ti— simbolizada en la Basílica de Letrán, sede del Romano Pontífice, amenazaba ruina en sus anhelos universalistas, que constituían su fin preclaro de extender el Evangelio a todas las naciones». 5 8 . I d ., o . c., 194 , n . 2. 5 9 . I d ., o. c., 10. 6 0 . E n b l e g e r t , o. c., 2 0 6 ss. 6 1 . A n a s a g a s t i, o . c ., 2 5 0 ss. 6 2 . Los ideales de San Francisco, Buenos Aires 1 9 4 8 , 30 1 .

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