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E L PECADO OR IG INAL. 99 b lar p o r ello de un «pecado permanente » incluso en los bautizados. P ero , nos parece que V anneste no tien e inconveniente en identificar el pecado original con la concupiscencia «segunda»: con la innata, insuperable tendencia del hom bre al pecado; tendencia-impulso que le hace virtualmente pecador (incluso a los niños), pues tiene una naturaleza deteriorada ( = i n deterius commutata ) y qu e le impulsa, con necesidad m oral, a los pecados personales y que, por fin, perm anece en los bautizados en form a tal, que perm ite una in terp retación católica del dicho p ro te sta n te «simul iustus et peccator». Es claro que el bautizado pecador siempre le queda allá un vivaz egoísmo in te rio r que es «vitium repugnans legi D ei», según decía L u tero . Y que incluso el justo nunca ha vencido del todo el amor sui fundam ental. E n ese sentido perma nece siempre pecador 13. La teo ría de V ann este fue com entada y criticada, en p rim er lugar, por ]. M. A lonso I4. A lonso señala lo su stantivo de esta teoría en la afirmación de que «todos los hom bres tienen necesidad de ser salvados po r C risto» [ 4 0 ] . O bien que «la gracia de C risto es ab so lu tam ente necesaria para todo hom bre que viene a este m undo» [ 4 0 2 ] , T odo lo dem ás podría dejarse de lado, como elem entos accesorios, innecesarios. Alonso opina que la desm itologización- reducción de V ann este ha ido dem asiado lejos. P o r ello p regun ta: ¿es qu e esta realidad de «pecado» puede explicarse solam ente desde una necesidad de que todos los hom bres sean redim idos p o r C risto? No, el «pecado no es m ero co rrelato de la redención, es una realidad teológica. D e lo con trario deberíam os h ab lar solam ente así: " la gracia de C risto es necesaria p ara 'sal v arse’; pero solam ente es 're d e n to ra ’ allí donde hay algo que red im ir” , e. d., donde hay pecado y si hay pecado. E n esta in terp retación el bau tism o no sería trán sito del "m alum ” en que se nace a u n " b o n um ” que se adquie re; sino sim plem ente de una " n a tu ra b o n a” (¡te s is pelagiana! ) incapaci tada en sí m isma, a un a naturaleza elevada y capacitada para la gracia de C risto» . En tal caso Vanneste v end ría a decir qu e «el pecado original es p u ro m ito ; es una simple tela de fondo sobre la que destaca la gracia reden to ra; pero el pecado original, e n sí m ismo, sería una pu ra form a expresivo- m ítica de la realidad universal del mal en el m undo, necesitado de la gra cia» [ 4 0 3 ]. 13. No podemos demorarnos en otros aspectos complementarios de la exposición de Vanneste. Por ejemplo, su eliminación total de la «teología de Adán», ya que una de las intenciones básicas de su trabajo es explicar el pecado original sin contar con Adán, 112. La suerte de los niños que mueren sin bautismo, 135-9. Ya mencionamos el nuevo modo de interpretar el dogma de la Inmaculada según la nueva teología sobre el pecado original. Desde su punto de vista pone reparos críticos a las soluciones de otros teólogos, 147-57. Reparos que nosotros suscribimos. 14. Vanneste y su teoría del pecado original, 397-405.
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