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88 ALEJANDRO DE V ILLALM ON TE qu ien el n iño recién nacido es hijo de ira, m erecedor de la condenación etern a, no es el D ios en qu ien creen, en qu ien esperan y a quien o r a n 2. E s uno de los m om entos en que hay que ser audaces p ara decir la verdad, la qu e h ará libres a los creyentes: «libres de la pesadilla, del m iedo an te la ira a rb itra ria y castigadora del D ios-del-pecado-original; libres de la p ara­ lizante sensación de encon trarse atrapado s en u n a culpa y castigo ajenos, entregados a una general e incontenib le decadencia m oral; libres p ara el estim u lan te reconocim iento de que, v isto en su con jun to , el cam ino de la hum anidad no es un a decadencia, sino un ascenso; ascenso que, sin duda, no se realiza en línea recta, sino en medio de oscilaciones» 3. E n el fron tis d e l ú ltim o volum en hace suyas las palabras antes citadas d e H. Haag. E n la ú ltim a página del m ismo se congratula p o rqu e la teología p ro testan te , al no con tar con el m agisterio doctrin al, se ha despedido ya del pecado original, en sus m ejores rep resen tan tes. K. Barth afirma que el enun ­ ciado pecado original es co n trad icto rio — con trad ictio in adiecto— . Los ca­ tólicos de los ú ltim o s años — cuyas explicaciones expuso— en realidad sólo de nom bre m an ten d rían ya la antigua creencia, y añade: «¿Cuál es el origen del mal? La Iglesia creyó encontrar una solución aceptando el mito agusti- niano del "pecado original” ; aunque nadie logró nunca dar una definición de semejante pecado. La ciencia moderna ha matado al pecado original». Los teólogos católicos se esfuerzan en salvar, al menos, la denom inación. Sin em bargo, « e l hombre moderno, emancipándose de la paralizante creencia de encontrarse fatalmente enredado en la culpabilidad y castigo de un pecado cometido en la remota antigüedad, está decidido a luchar contra el mal en cualquiera de sus formas, convencido de que en esta lucha sólo a sí propio está referido » 4 (subrayam os). 2. Urs Baumann: ¿Todavía el pecado original? E n estos prim eros años seten ta el com entario más amplio sobre el tema del pecado original, el más docum en tado y tam bién el de m ayor complica­ ción — conceptual y d e expresión— se lo debemos a U. Baumann. Ya hemos escuchado su opinión en o tro s m om entos de la discusión sobre este tem a, p o r lo cual ahora nos ceñimos a exponer la «solución» que él qu iere ofrecer p ara el viejo y difícil problem a 5. 2. Gescbichte des Erbsiindendogmas, I, 12. 3. O. c., 13. Para «disculpar» las numerosas, contrapuestas, abigarradas, sorprenden­ tes explicaciones que sobre el pecado original ocurren a lo largo de 15 siglos, J. Gross encontró una frase de R. Belarmino, la cual — aplicada al caso— no deja de ser un poco mordaz: «Nada hay tan absurdo que no pueda ser defendido, si no con argumentos verdaderos sí, al menos, con argumentos verosímiles». La frase la estampa Gross en el frontis del vol. I I I de su obra. 4. J. G ross , o. c., IV , 352. 5. Erbsiinde? Convenientemente preparado el terreno por la forma en que orienta su exégesis de los textos bíblicos, por su interpretación de los Padres y de las Confe-

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