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84 ALEJANDRO DE VILLALM ON TE pensable, esencial, pero no es primaria. E n tal caso, la mencionada argum en tación no es concluyente. P u ed e darse el caso de que alguien no tenga p e cado y, sin em bargo, hay que decir de él que está necesitado de la m edia ción d e C risto , p ara conseguir la vida etern a y p recisam en te para no-tener pecado [3 0 -5 ]. c) E s reconocido po r los h isto riado res de la teología el hecho de que Agustín contem pla con stan tem en te la gracia desde una perspectiva medicinal, sanante, liberadora del pecado: perspectiva ham artiológica. Al menos es se guro en lo que a la controversia anti-pelagiana se refiere. E n este caso si vale el argum ento: si se excluye a alguien del pecado se le sitúa fu era de la zona de influencia de la m ediación de C risto. N o se ve po r qué h ab ría de necesitar de médico el que no tiene un a naturaleza «herida-corrupta-caída»; el que está sano. d ) Sin em bargo: 1 ) los teólogos orientales siem pre han m an ten ido una perspectiva más positiva y caritológica de la gracia (valga la redundancia). La gracia es v ista, p rim ord ialm en te, como gracia elevan te, deificante, plenifican- te del ser hum ano hecho a imagen de D ios. P o r supuesto y como consecuen cia, la gracia libera del pecado, sana la n atu raleza cuando, d e hecho, la en cu e n tre esclavizada y corrom pida p o r el pecado. 2) La misma teología occi dental, al menos desde el siglo x m (San Buenaventura-Santo Tomás-E scoto), había dicho con tod a claridad: la p rincipal necesidad de la gracia proviene de la ordenación del hom bre a la vida etern a (p articipación en la vida íntim a de D io s) p ara la cual las energías d e la simple natu raleza, aunqu e se la piense sana y no em pecatada, es d el todo im p o ten te. P o r consiguiente, el hecho de que todo hom b re está radicalm ente necesitado de la gracia de C ris to no arguye la previa presencia en él del pecado, en ninguna de sus fo r mas [3 5 s .]. Una pasaje de San Agustín, aplicado a nuestra reflexión, nos ayuda a ver mejor el sentido de lo que venimos diciendo. E n el lib ro de nuptiis et concupiscencia arguye A gustín: los maniqueos dicen que la natu raleza no fu e creada p o r D ios, sino hecha mala po r un principio malo (po r ta n to no pued e ser redim ida). Los católicos dicen que la n aturaleza fu e hecha p o r el D ios bu eno , p e ro h a sido viciada p o r el p e cado y, por eso, necesita del médico, C risto . Los pelagianos dicen qu e la n aturaleza fue hecha buen a y sana y sigue sana en los niños recién nacidos, p o r ta n to n o necesita d e la redención y gracia de C risto. H a sta aquí el razo nam iento d e A gustín. P ero no so tro s encontram os u n cu arto m iem bro en la enum eración: Los católicos ahora (después de criticar la enseñanza sobre el pecado original) decimos: D ios hizo la naturaleza bu en a y sana; n ingún pecado antecedente- originario , prep ersonal, la h a corrom pido; nace, p o r ta n to , todo hom bre con
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