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8 2 ALEJANDRO DE VILLALiMONTE C orrelativam ente, el concepto de redención no hay que reducirlo a p er­ do n ar el pecado (teológico). C risto tiene la m isión de ser el «E vo lu to r» que impulsa la evolución d el hom bre y del cosmos h asta su perfecta plenificación. P o r ello tiende a sacarle al hom bre de su egoísmo radical. La función de «E vo lu to r» atrib u id a a C risto es mucho más amplia que la de lib erado r del pecado. C risto libera de toda la lim itación hum ana, expresada y cifrada en el egoísmo, en la reconcentración egoísta del hom b re sobre sí m ismo 13. Las relaciones entre pecado y redención las estudiábamos nosotros desde otra perspectiva y enfoque más apropiado, pensamos, para resolver el pro­ blema del pecado original, en la actual coyuntura w. N u estro estud io com ienza p o r señalar el hecho de qu e en todos los m om entos im po rtan tes en qu e, a lo largo de la h isto ria d e la teología, apa­ rece el problem a del pecado original lo hace en función del dogma más básico de la universal redención de C risto y de la absoluta necesidad de la gracia para ser agradables a D ios y conseguir la vida eterna. Hay consenso unánime en afirmar que Rm 5, 12-21 se interesa por el pecado de Adán y pone el pecado de los hombres en relación con el primer pecado, en orden a subrayar la sobreabundancia de la redención de Cristo. Igualmente Agus­ tín es machacón y reiterante en afirmar que si no se admite el hecho universal del empecatamiento de toda la humanidad no se puede salvaguardar la eficacia de la gracia: se deja sin vigor y vacía la Cruz de Cristo, incluso a los niños ha de llegar esta eficacia universal y por ello hay que poner en ellos un pecado. Y ¿qué otro pecado sino el antiguo pecado del primer padre, el pecado original? En la edad media, las discusiones en torno a la concepción inmaculada de María — su inmunidad del pecado original— avanzaban o se paraban en la medida en que quedase claro que María tenía necesidad de redención y, por tanto (se pensaba), ha de tener pecado, al menos el original. Sólo cuando Duns Escoto hizo ver que el privilegio de María no oscurecía la acción redentora de Cristo sino que la llevaba a su máxima perfección, se dio un paso decisivo en la discusión. El Tridentino propone diversas afirmaciones en torno al pecado original. Pero la exégesis de sus decretos ha demostrado que la afirmación fundamental, en función de la cual se hacen las demás, es la universalidad de la acción redentora de Cristo y la necesidad absoluta de su gracia. 13. No nos parece correcta la afirmación de que el pecado original se reduzca al egocentrismo radical del hombre (359), cuando antes se ha dicho que el anhelo onto­ lògico de conservar su propio ser es connatural (344). Hay cierto peligro de identificar pecado original con condición creatural del hombre, a estilo protestante. Es laudable la consideración de la mediación de Cristo en perspectiva del todo universal, que se extienda al orden de la creación y de la salvación (360), pero en tal caso es mejor no citar para nada a Teilbard de Chardin y su tortuosa concepción del pecado-redención y de sus relaciones. N i el proponer a Cristo mediador en la creación y salvación, exige optar por el abandono de la distinción entre orden natural y sobrenatural (361). Sin esa distinción no hay teología cristiana. 14. A. de V i l l a l m o n t e , Universalidad de la redención de Cristo y pecado original. 5-45.

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