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78 ALEJANDRO DE VILLALM ON TE universalidad del pecado en una hum an idad que, sin em bargo, ha sido creada por un D ios de amor, que le ofrece la p le n itu d de su gracia» [ 7 9 ]. H echa esta reducción en el dogma del pecado original hay que hacer una reducción análoga en el de la Inm aculada. E n mi opinión, dice Va, «el privilegio de la Inm aculada Concepción se identifica con el de su inm unidad d e pecado actual» [ 8 0 ] , Con ello cree estar en la línea en que Agustín hablaba de la inm unidad de pecado en M aría. Es conocido el célebre tex to en que Agustín afirma no qu erer incluir a la M adre del Señor cuando se habla de pecados. Los recién nacidos son pecadores p o rq u e, aunque no han com etido pecado p erson al form alm ente, lo han com etido virtualmente, lo com eterán in ev itab lem en te y po r ello ya al nacer los denom inam os pecadores. M aría estuvo libre, p o r la abundancia de la gracia, de pecado personal. P o r ello no tiene sentido decir que, al ser concebida, lo fue en pecado original. Una potencia que nunca será pu esta en acto carece de significación [ 8 5 ] . Leída a fondo la Bula «In effabilis», se observa que habla continuam en te de la pureza to tal, p le n itu d de gracia qu e le llevó a M aría a vencer los im pulsos del mal y del dem onio. La inm unidad de pecado en M aría es efecto de la especial predilección divina y de la p le n itu d de su gracia, como exp re sam ente dice la Bula de definición [ 8 9 ] . Los teólogos m odernos in te rp re ta n el privilegio m ariano como expresión «de la san tid ad ilim itada de la M ad re de D ios» [ 9 0 ] , Con ello no se q u ita sen tido al m isterio de M aría, ya que siempre será un gran m isterio el poder de la gracia que lib ra a un ser hum ano de todo pecado [ 9 1 ] . También D. Fernández trata, en form a breve, el tem a de la relación e n tre el dogma de la Inm aculada y el dogma — trasform ado— del pecado original. La solución p o r él p ropu esta nos parece más clara y convincente que la de Vanneste. Los nuevos in ten to s de reform ulación (o incluso de elim inación del pecado original, añadiríam os nosotro s) en nada p erjudican al privilegio m ariano; «al con trario , creemos que pu ed en ayudar a esclarecer m ejor la san tidad y elección d e la V irgen. Las dificultades verd aderas no son, como siempre, sobre la realidad teológica, sino sobre el principio form al, sobre la herm enéutica d e los textos del m agisterio» 10. «E l m isterio de la Inm aculada, propon e D. Fernández, pu ed e conside rarse bajo dos aspectos: a) de un modo negativo, como exención de todo pecado; b ) de un modo positivo, como elección divina y p le n itu d de gra cia» [ 1 8 0 ] , D. Fernández reconoce que la Bula « Ineffabilis » acentúa más el aspecto negativo. Así se desarrolló el dogma en su largo p eríodo de gesta ción histórica. T am bién la liturgia con tien e expresiones de signo negativo. 10. El pecado original, ISO,
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