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E L PECADO OR IG INAL. 71 A .— El año 1972 publicábamos nosotros un artículo dedicado, en el fon ­ do, a desm itologizar la figura teológica de Adán. Resum imos nu estro modo de ver el problem a entonces y a h o r a 2. La teología de Adán surgió como resu ltado de un defectuoso enfoque hamartiocéntrico, infralapsario, d e la actual econom ía e h isto ria de salva­ ción. Se p a rtía del hecho de que toda la hum anidad histórica se encuen tra p ro fund am en te em pecatada y se busca la etiología de este hecho. Se encuen­ tra en el pecado de los orígenes, en el pecado calificado de Adán. E l es el originante de la situación pecadora universal. P ero el m ismo pecado de A dán se explicaba como caída d e un privilegiado estado teologal en el que habría sido creado el prim er hom bre. Cuando el A dán individualizado fue trasfo rm ado en la «hum anidad originaria» (R ahner) quedaron todas las difi­ cultades sin resolver, visto el problem a en perspectiva teológica: a la « h u ­ m anidad originaria» de tipo rahn eriano , se le reservaba idéntico e sta tu to teológico privilegiado, y una acción pecadora decisiva en la h isto ria d e la hum anidad. P ero es indispensable d ar al problem a en tero un enfoque decididamente cristocéntrico : ¡Incipiendum est a Christo!, como decía San Buenaventura. Así lo hace el V aticano I I en problem as básicos referentes a h isto ria de sal­ vación. Com enzar po r C risto qu iere decir: hay que p a rtir del hecho de la llamada del hom bre a la vida divina en C risto, de la vo luntad salvífica u n i­ versal. En un segundo m om ento surgirá la p regun ta: ¿cóm o se historifica la voluntad salvífica de Dios desde los comienzos de la humanidad? N o pode­ mos dar una respu esta concreta a esta pregunta. Sabemos que, desde que existen en el m undo «hom bres» consustanciales con Jesús d e N azaret y con noso tro s D ios les ayuda con la gracia para conseguir el fin a que les ha destinado, la vida etern a. P ero nada concreto podem os añ ad ir al respecto. Menos aun h ab lar de un «estado de san tidad y justicia» [2 0 -4 8 ]. La antropología científica no pu ede con tar con un «primer hombre», ni con una «hum anidad originaria», si se concede a estas palabras un sentido de peculiaridad o de función privilegiada. La teología tampoco tiene motivos para hab lar de un «prim er hom b re» , ni de una «hum an idad originaria» que haya ten ido un e sta tu to teológico privilegiado. Ignoram os cuál fuera la eco­ nom ía de salvación concreta y específica d en tro de la cual D ios adm in istraba su gracia al hom bre que daba sus prim eros pasos en la h istoria. 2 . A. de V u x a lm o n ’TE, Adán nunca fue inocente. Reflexión teológica sobre el estado de justicia original, 3-82. La eliminación o desmitologización de la figura teológica de Adán proponíamos al principio, permitirá contemplar el misterio de Cristo y de su gracia en toda su amplitud y hondura.

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