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70 ALEJANDRO DE V ILLALM ON TE los residuos del pecado original, será ésta la cuestión que va a ofrecer un mayor atractivo p ara los investigadores: ¿qu é repercusiones tendrá la pre­ visible eliminación del «dogma» del pecado original dentro de la analogía de la fe, del conjunto general de la dogmática cristiana? T en iendo a la vista las publicaciones de estos cinco ú ltim o s años con­ densamos n u estra reflexión en tres p u n to s: 1) Adiós definitivo a la « teolo­ gía de Adán », 2 ) El pecado original y el dogma de la Inmaculada Concep­ ción de María, 3) El pecado original y la redención universal de Cristo. 1. Adiós definitivo a la « teología de Adán» E s fácil en ten d e r el significado d e la fórm ula «teología de A dán», tan tas veces utilizada a lo largo de n u estro estud io. Con ella nos referim os al con­ ju n to de afirmaciones que la teología tradicional hacía sobre A dán, p rim er hom b re y pad re único de tod a la actual raza hum ana; considerado como personaje histórico, do tad o de peculiares prerrog ativas teológicas, creado por D ios en «estado de santidad y justicia». P rerrog ativ as que poseía él como cabeza física y moral y qu e h ab ría de trasm itir a sus descendientes. Su peca­ do originante, provocó la situación de ruina espiritu al de la hum anidad lla­ mada pecado original (originado). Ya en el decenio 1950-1960 las excelencias de Adán fueron notablemente recortadas, reducidas a lo sustancial e interior. Su misma calidad de originante exclusivo de la situación empecatada de la humanidad fue recortada al irse abrien­ do paso la exégesis de Rm 5, 12, sobre «in quo» de la Vulgata, entendido en el sentido propuesto por Lyonnet. En los años sesenta el proceso de desmitificación de la figura de Adán sigue adelante. Los propugnadores más decididos de sustituir el pecado originante por el «pecado del mundo» optan por el abandono de la figura de Adán: su estado de justicia original y su pecado originante no tienen sentido. Al aceptarse el poli- genismo, el Adán individual es sustituido por la «humanidad originaria», en K. Rahner y otros. Algunos, como Flick-Alszegby, hablan aún, con cierta nostalgia, de la posesión virtual de la justicia original, y de la importancia «peculiar» de un primer pecado. En estos primeros años setenta la «teología de Adán» llega a su ocaso, y todo hace pensar que éste será definitivo. A sí aparece en los teólogos que p roponen su nueva in terp retación del pecado original sin con tar para nada con Adán. H ab larem os d e ellos en el capítulo siguiente. P ero , tam bién en o tro s, que hacen de la «teología de Adán» tem a específico de su investiga­ ción.

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