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62 ALEJANDRO DE VILLALM ON TE Detallando todavía más habría que distinguir en los cánones lo que per­ tenece a su intención didáctica de aquello que se dice como por concomi­ tancia. En otras palabras, hay que distinguir lo que se «dice» (se relata o se narra) de lo que se «afirma» que, en el caso, siempre será una verdad salvífica, íntimamente unida a lo sustancial del kerigma evangélico [194]. A la hora de determinar concretamente lo que enseña el concilio, su inten­ ción docente, los aa. vuelven al nivel de afirmaciones antes mencionado: 1 ) el eje principal del discurso conciliar es reafirmar la absoluta necesidad que todos tienen de la gracia de Cristo ( función cristológica ), que se concede por el bautismo. En segundo término está la función o intención antropo­ lógica: la afirmación de que el hombre se encuentra en situación de pecado desde los comienzos de la historia, pecado trasmitido por generación. En tercer lugar la función etiológica, que se refiere al origen de la mencionada situación pecadora. La afirmación cristológica es la absoluta y la que es dicha directamente y por sí misma. Las otras en función de ella [195], La interpretación dogmática puede ser resumida en tres proposiciones: 1) En el justificado no queda pecado propio y verdadero. No se deter­ mina la índole propia de la remanente concupiscencia. 2) La justificación, incluso en el que no ha cometido pecado personal, tiene índole de un perdón, pues va precedida de un estado de corrupción que se llama «pecado» y no sólo metafóricamente. Queda por determinar la índole de este pecado, cómo afecta a cada uno, cómo es trasmitido. 3) Esta condición pecadora ha sido provocada por el hombre mismo al comienzo de la historia. Quedan pendientes ulteriores determinaciones [198], Si comparamos esta relectura que los aa. hacen de los textos de Trento, con la que ellos mismos (y sus colegas de entonces) hacían hace unos 10 años, observamos que la figura del pecado original está tajantemente recortada y desdibujada la intensidad de sus rasgos; pero todavía encuentran formulada en lo sustantivo, esta creencia. No sabemos si este «contenido sustantivo» es razonable sostenerlo y por cuánto tiempo va a ser mantenido. Domiciano Fernández (a. 1973) El punto neurálgico de toda la problemática que hoy se agita en torno al «pecado original» lo señala atinadamente el autor: «La mayor dificultad que ofrece la cuestión del pecado original no proviene de la interpretación de la Sagrada Escritura (ya va siendo opinión común que no es doctrina bíblica), sino del magisterio eclesiástico. No habría problema dogmático si no existiesen tales textos. Esto nos obliga a repensar el valor y alcance de los documentos del magisterio» 25. Por eso la atención que el autor dedica al tema es muy notable, dentro de las dimensiones del libro. 25. El pecado original, 103. V er 103-15, 90-8. Subrayado nuestro.

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