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54 ALEJANDRO DE V ILLALM ON TE A. Loisy aplica los nuevos principios exegéticos a la interpretación del relato de Gen 2-3. La Biblia ignora la cosmología científica evolutiva moder­ na y está impregnada de elementos míticos re-elaborados según las exigencias del monoteísmo. Por ello, la figura del primer Adán, colmado de dones so­ brenaturales y cabeza del género humano pertenece al género literario legen­ dario o mítico. Rm 5, 12-21 (sea paulino o no el texto) nada diría sobre el pecado original. Unicamente quiere decir que, a partir de Adán, el pecado reina en el mundo [275 s.]. J. Turmel emprende un ataque directo y a fondo contra la creencia en el pecado original desde su gran obra sobre «Historia de los dogmas», en 6 vols. Más radical en este punto que Loisy, Turmel considera que el texto de Rm 5, 12-21 proveniente de un autor marcionita, con su dualismo extremo tantoen el concepto de Dios como del hombre. No es un texto auténticamen­ te paulino, bíblico; ni lo es la doctrina allí enseñada. La historia posterior muestras las continuas variaciones de la teología en este oscuro problema. Valdría, pues, el célebre dictum de Bossuet aplicado al caso: Varías, luego no estás en la verdad [276-9]. El año 1931 circuló un escrito anónimo de un católico reformista (-moder­ nista) alemán en elcual se ataca de frente toda la doctrina del pecado original: el pecado no puede tener lugar sino como personal oposición a la personal llamada de Dios. El pecado original no puede significar más que la caída del alma de su más elevado destino. Es un ataque a fondo a la rectitud moral hablar del pecado original; es casi una blasfemia afirmar que Dios castigue a nadie por el pecado de otro. Los relatos bíblicos aducidos son expresión, en lenguaje mítico-simbólico, del sentimiento humano de culpabilidad. En su conjunto el dogma católico no es más que la expresión de este sentimiento general de culpabilidad expresado según las circunstancias y mentalidad de cada época [279-82]. Según sabemos la llamada «teología Nueva» de los años cuarenta y cin­ cuenta asumió la tarea de actualizar ciertas tareas que el modernismo había propuesto y que quedaron sin cumplir. Las dificultades que el modernismo opuso al pecado original fueron retomadas por los teólogos de la época que historiamos (-desde 1950), fueron profundizadas y endurecidas y han dado por resultado la crisis mortal a la que está sometida, en la actualidad, aque­ lla vieja creencia. 3. El pecado original en el Magisterio de la Iglesia Este apartado hay que leerlo como continuación del que, bajo similar título, propusimos en la Sec. II/X V II de nuestro estudio. Pero ahora este estudio adquiere importancia mucho mayor. En realidad importancia decisiva para toda la temática del pecado original. En efecto, los textos del Magisterio — nominalmente los textos de Tren- to— referentes al pecado original son, a partir de 1970, aproximadamente,

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