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EL PECADO O R IG IN A L .. 49 reducirse a su contenido sustantivo en estos términos: todos, sin posible excepción (también los recién nacidos) están necesitados de la redención de Cristo, de su gracia, para salvarse; luego todos son pecadores. La enseñanza sobre el pecado original es presupuesto indispensable para defender la sus­ tancia del Evangelio: necesidad de la redención de Cristo, mantener la i'irtus redemptionis, ut non evacuetur Crux Christi. Por lo demás, Vanneste pre­ senta la enseñanza agustiniana del todo implicada en su propia teoría sobre el pecado original: teoría que sólo pretende ser una reactualización de lo sustantivo de la enseñanza agustiniana, dejando caer lo circunstancial y acce­ sorio. Por ello, vamos a dejar ulteriores precisiones para cuando, en el si­ guiente capítulo, hablemos de la teoría del propio Vanneste. M. Flick-Z. Alszeghy juzgan indispensable que los actuales intentos de reformulación de la doctrina del pecado original no pierdan el contacto con el pasado doctrinal de la Iglesia. De su estudio se deduce que: a) difícil­ mente podría hablarse de pecado original antes de Agustín e independiente­ mente de él, por lo que a la patrística se refiere; b) las afirmaciones agus- tinianas están sujetas a condicionamientos que, hoy en día, deberíamos some­ ter a crítica. Los condicionamientos son de índole teológica-religiosa e histó- rico-cultural en general8. No encontramos novedades de relieve en los estudios mencionados. Se confir­ man las ideas propuestas en el período anterior: antes de Agustín los Padres desconocen la doctrina del pecado original, en su sentido específico y propio. Afirmación que valdría, sobre todo, para los Padres más antiguos y para los orientales. E l que Agustín sea reconocido como «padre» e incluso «inventor» del pecado original no tiene ningún sentido desfavorable. En última instancia, prestó un gran servicio a la Comunidad de los creyentes al dejar, en toda su fuerza y claridad, la eficacia universal absoluta de la obra salvadora de Cristo. El instrumento entonces utilizado ya no servirá ahora, pero invita a replantear la cuestión desde su inicio primero y a resolverla con el mejor instrumental ideológico de que hoy disponemos. Como Agustín, la teología de hoy necesita defender enérgicamente la absoluta necesidad de la gracia. Pero, nos preguntamos: para mantener la absoluta nece­ sidad de la gracia ¿es indispensable poner previamente a todo hombre — incluso desde su entrada en la existencia — en situación previa de pecado antecedente, prepersonal, en "pecado original"? Parece que no. Y por ello defenderemos el mismo dogma básico de Agustín, pero por otros caminos, con otros argumentos menos inseguros. 2 . El pecado original en la historia de la teología Como indicábamos anteriormente, el tema tratado bajo este epígrafe es secundario, para nuestro propósito. A medida que pasan los años el pecado 8 . El hombre bajo el signo del pecado, 85-131. Anteriormente hicimos alusión al pensamiento último de estos aa. sobre el pecado original (Secc. II/X V III). 4

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