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EL PECADO ORIGINAL. 47 Se comprende que fuese inevitable el releer una vez más los textos agus- tinianos. Así lo hace J. Weismayer. No carece de interés resumir esta expo sición para ver qué puntos de la enseñanza agustiniana suscitan todavía la atención, sea por su valiosidad sea por su caducidad. La doctrina agustiniana debe ser encuadrada en estos principios más am plios de su sistema teológico: a) la preocupación polémica contra los ma- niqueos. Los males que el hombre sufre no pueden venir de Dios, creador bueno, sino de la libre decisión mala (pecado) del hombre; b) la vivencia de su conversión personal le hizo subrayar cada vez más el poder de la Sola gratia y la pecaminosidad innata del hombre; c) interpretó en sentido muy estrecho el axioma «extra Ecclesiam nulla salus», así como la afirmación de la necesidad del bautismo para salvarse; d) Agustín atiende mucho más a la vertiente o aspecto sanante, medicinal, que no elevante y deificante de la gracia. Estos elementos o presupuestos, dice Weismayer, ya los tenía en la mente Agustín antes de la discusión con Pelagio. Esta provocó una mayor profundización y sistematización3. La doctrina específica de Agustín sobre el «pecado original» y las vici situdes de la lucha antipelagiana nos son conocidas. En cambio, tal vez tenga algún mayor interés el paralelo que W . establece entre Agustín y los padres griegos, para marcar coincidencias y discrepancias: 1 ) los griegos ponen el acento más en la dimensión deificante de la gracia; Agustín en el aspecto de redención-liberación del pecado; 2 ) para Agustín el pecado de Adán dio un corte radical-catastrófico-universal a la historia de salvación y a la historia toda de la humanidad; para los griegos Adán es el iniciador del pecado que entra en el mundo; 3) los griegos hablan de una corrupción y pecaminosi dad universal del hombre, pero no individualizan la afirmación hasta decir que cada uno nace en pecado original, ni hablan de «pecado hereditario»; 4) por ello, los griegos evitan las comprometidas afirmaciones agustinianas sobre el modo de propagarse el pecado por generación libidinosa y se ahorran toda la fastidiosa problemática sobre la relación entre concupiscencia y pe cado original4. 4. J. Weismayer, «Erbsünde» und Sündenverflocbtenbeit, 306-24. El a. estudia la evolución-progreso del pensamiento agustiniano en este punto, así como el contenido de la enseñanza en lo que tienen de más específico. Pero no podemos ser más explícitos, después de lo dicho anteriormente. 4. Id., o. c., 322-4. No deja de señalar W., una y otra vez, que la enseñanza agus tiniana sobre «pecado original» es cultivada en perspectiva cristocéntrica e histórico-sal- vífica. No puede hablarse —no obstante la actitud del concilio de Cartago y Trento— de una aprobación masiva, por parte de la Iglesia, de la enseñanza agustiniana. B . — San Agustín de nuevo y siempre.
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