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42 ALEJANDRO DE VILLALM ON TE original, lejos de confirmarse, viene más bien excluida con esa irase que comentamos, pues tampoco puede referirse a Adán de un modo directo. En el contexto del v. 12 , más que del pecado original heredado habría que hablar de una muerte heredada»33. B.— Entre los teólogos sistemáticos citamos el testimonio de U. Baumann, A. Vanneste y D. Fernández sobre el tema del « pecado original» en Rm 5, 12-21 M. La exposición de U. Baumann es bastante amplia y muy documentada. Como ha sido el texto clave en toda la historia de la teología del pecado original, quiere dedicarle especial atención, pues «en la explicación de esta perícopa se decide el camino que vaya a tomar en el futuro nuestro tra­ bajo» 35. Siguiendo la idea del judaismo y gnosis Pablo subraya la carga de fatalidad que arrastran consigo las «potencias» Muerte-Pecado, por el acto de Adán. Sin embargo, la «actividad de cada hombre, su pecado personal condiciona la efec­ tividad del destino abierto por Adán. Esta limitación excluye, por tanto, toda dependencia causal entre el pecado de Adán y el pecado de la humanidad» [222]. La interpretación que le merece el 'ef’ó' la resume con unas palabras de Schelkle: «El pecado de Adán (-Ursünde) ni es el único ni más importante poder de pecado en el cosmos ni en la humanidad, según los ve Pablo. La universa­ lidad y necesidad del pecado puede explicarse incluso sin el pecado de Adán. Pero nunca sin culpa personal». Por consiguiente —son palabras de G. Kümmel— «la referencia al pecado de Adán no quiere esclarecer el origen del pecado, ni menos disculpar al hombre por su propio pecado. Quiere sólo subrayar, con esta referencia al comienzo histórico del pecado, la universalidad del pecado y de la muerte, como exige la fe» [224]. Así. dice más adelante Baumann, «a Pablo no le interesa dar una respuesta a la pregunta por el origen primero del pecado. Le interesa la realidad de la salvación frente al hecho del pecado metido en el organismo de la humanidad» [226]. El v. 19 daría la impresión de una con­ tracción como automática del pecado por influjo de Adán. No es así. Pablo está interesado en la historia de la perdición y salvación. Pero la historia no se rea­ liza sino por la decisión responsable del hombre. En nuestro caso por un activo pecar o creer» [230], 33. Carta a los Romanos, 107. Ver 105, 113, 131. Y coment. a Rm 7, 13-25, en 132-39. 34. Sobre Flick-Alszegby ya hemos hablado en Sec. II/ X V III. Ver su obra, El hombre bajo el signo del pecado, 72-8; 83 s. Propiamente no parece se podría hablar de «pecado original» en ningún texto del N.T. 35. Erbsünde?, 212-31. Sobre U. Baumann hemos hablado en Sec. II/ X I I I y vol­ veremos hablar un poco más adelante. Se puede observar la tendencia a una interpreta­ ción decididamente personalista de toda la problemática sobre «pecado original» y sobre Rm 5, 12-21.

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