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38 ALEJANDRO DE V ILLALM ON TE fueron «constituidos pecadores» y ahora «están sin gloria de Dios». Todo ser que entre en este mundo (-humanidad), cualesquiera que sean sus orígenes inme­ diatos o remotos, con tal que sea ser humano, viene a encontrarse en esta situa­ ción teológica de privación, de condena, y, en este sentido, de «pecado» [ 100 ]. Semejante situación de apartamiento de Dios, de estar dejado de sus manos, de estar bajo su «ira», no hay que pensar que sea absoluta; no es «escatològica». Con todo, es muy real y muy peligrosa para las relaciones del hombre con Dios. El « enojo » de Dios dura hasta que viene Cristo a reconciliar a la humanidad con su Hacedor27. 6 . La muerte que entró. El tàndem Pecado-Muerte irrumpe y domina en el mundo, según Pablo. El Pecado es el caballero que siempre lleva en su grupa la Muerte. Ya hemos identificado al Pecado como una potencia tiránica distinta del pecado de Adán y de los pecados personales de cada hombre. ¿Quién o qué es la Muerte que acompaña al pecado como al viajero su sombra? «El problema consiste en ver cómo la muerte física en el hombre es el resultado del Pecado que entró en el mundo por la acción pecaminosa del primer pecador y no de la misma condición humana» [118]. Sin em­ bargo, no es necesario escoger entre esa alternativa. La muerte que entró en el mundo es al mismo tiempo la muerte física y la muerte espiritual. Para la Biblia, el hombre es polvo y al polvo tornará. Por ello «la dicción 'muerte’, sin más especificación, viene a indicar la muerte física en enemistad con Dios, implicando la muerte eterna» [123]. Que la muerte física sea, simultáneamente, condición del hombre terreno y también consecuencia del pecado, se compagina si pensamos que el hombre tiene una tendencia y un ansia incontenible de vida inmortal y a ella está llamado por Dios. Pero, como consecuencia de estar bajo la «ira» y desagrado antes descrito, el hom­ bre está castigado, es mortal, «moridizo» en todas las dimensiones de su ser, hasta que Cristo no le dé la vida. «En este sentido es como el primer pecado afectó no solamente a él (Adán) sino también a todos los demás humanos» [130]. Dada la inmensa literatura existente sobre el tema tiene razón F. Stau- dinger al decir que su trabajo no puede pretender ser más que una presen­ tación de perspectivas, un resumen o condensación de los varios estudios 26. Parece, pues, que según Miguéns, todos son copartícipes de las consecuencias del pecado primero. No tanto las inmanentes, concretas e históricas cuanto —en forma directa— en su consecuencia trascendente: poner a todos bajo la «ira-enojo de Dios», cuyos efectos describe Rra 1-18, par. En cuanto provocó esta «ira» divina, Adán habría puesto a todos en «pecado», sería autor del «pecado original». Explicación ésta muy aten­ dible.

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