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36 ALEJANDRO DE VILLALM ON TE el Pecado como un dominador, entró en el mundo» [49]. Parece obvio que el Pecado es distinto tanto del acto pecaminoso de Adán como de los pecados personales que cometen los demás hombres, que serían su consecuencia. 2 . El Pecado, un tirano. Esta figura del Pecado (he hamartía) «la des­ cribe (Pablo) con diversos conceptos, como una autoridad despótica que se impone al hombre, lo esclaviza y domina, y lo obliga a servir a sus propios intereses. Es evidente que éste no puede ser el pecado personal del primer pecador» 25. «Este dominio avasallador que Pablo atribuye al Pecado podría dar la impresión de que el hombre es del todo impotente ante él». Nada de eso: el Pecado esclaviza porque el hombre «ofrece» su cuerpo, sus miembros, se pone a sí mismo al servicio del Pecado, como puede ofrecerse, libremente, al servicio de Dios, del Espíritu (Km 6). Habrá, pues, que decir «que el Pecado domina porque el hombre se ofrece o somete a su dominio» [53]. 3. El Pecado, engañador. En Km 7 Pablo describe ya en acción, en fun­ cionamiento, a aquel Pecado que entró en el mundo (Km 5, 12). Y actúa no como algo externo, sino como algo inherente, metido hasta dentro del hom­ bre. Allí está el Pecado como una gran serpiente aletargada. La ley despierta el deseo en el hombre, hace que el Pecado «reviva», cobre vigor, tome cuer­ po. «El Pecado de que Pablo habla estará adormecido, pero existe ya antes de que el hombre tome conciencia de su deber religioso; esta toma de con­ ciencia no hace sino avivar el pecado» [57]. Dentro del hombre mismo el Pecado encuentra un aliado: el hombre en cuanto es «carne», ser débil, moralmente lábil, caedizo. Citando unas palabras de Kertelge dice que el yo colabora con las potencias del viejo eón, tornándose una como «encarnación» del pecado [60]. Así, pues, «el Pecado está dentro del mismo ser humano, el hombre lo lleva en sí mismo»; el Pecado 'está habi­ tando en mí’, dice Pablo (Rom 7, 17, 20). Desde su propio interior lo esclaviza y lo impele al mal. E l Pecado introduce la guerra, la división en el interior mis­ mo del hombre. «El hombre está minado. Hay en el hombre mismo un ele­ mento que precede y previene sus acciones, que las tuerce y las vicia» [67], El Pecado está por encima y por detrás de todo lo que el hombre proyecta «dominando y gobernando lo que el hombre hace, adelantándose incluso a sus juicios y deliberaciones» [ 68 ], E l hombre está 'inhabitado’, es un poseído o 'po­ seso’ del Pecado. Su calidad de «engañador», de seductor también está subrayada por Pablo. La función que Gén 3, 13 atribuye a la serpiente, Pablo la atribuye a el Pecado ; pues también éste se aprovecha del precepto para engañar (Rm 7, 11). Y una interesante pista de interpretación de esta figura de «el Pecado»: «Pablo está 25. O. c., En este número y el siguiente cita el a. textos paulinos referentes a esta función tiranizante de «el Pecado». Nos remitimos a su texto, 51-71.

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