PS_NyG_1978v025n001p0003_0106

EL PECADO OR IG INAL. 35 Por el contexto se ha de decir que se trata de la justificación del pecador. Pero vista, no como perdón de culpas pasadas, sino como paso de un eón a otro, y sólo así ocurre un cambio de modo existencial [146], Es el pasar de la soberanía del poder-Pecado (he hamartía) a la soberanía del poder- Gracia. Del reino de la Muerte al reino de la Vida. Ambas son «potencias» que nos predominan, que se apoderan de nosotros antes de nuestra decisión personal y que determinan por anticipado nuestro destino [146]. Así, pues, Kásemann, no encuentra en Rm 5, 12-21 la figura del «pecado original», en su significado tradicional. Pero sí corrobora la idea que ya hemos encontrado en Lengsfeld, Schelkle, Scheffczyk, Weger y otros: que hay que mantener en Pablo la tensión entre el Pecado-poder (he hamartía) predominante, /»■¿■personal, y la responsabilidad personal. Queda sin resolver el problema de la coordinación «racional» de ambas afirmaciones ( ¡si es po­ sible! ...) y cómo desde ahí se llegó a la figura del «pecado original» en el sentido específico que tiene desde San Agustín hasta hoy. Y luego surge la cuestión de si ese añadidura de la tradición es legítima y obligatoria para siempre. Incluso podríamos tomar la cuestión desde su raíz primera: aun concedido que Pablo vio así la relación entre pecado-Potencia y pecado per­ sonal y la relación entre dominación del pecado y la obra redentora de Cristo podemos preguntar: ¿este modo paulino de ver la relación redención-pecado es único en el N.T. o es exclusivo de Rm 5, 12-21? «El Pecado que entró en el mundo » es el título de un estudio monográ­ fico de M. Miguéns sobre Rm 5, 12-14, muy ceñido a nuestro tema24. Reco­ gemos algunas ideas suyas de mayor interés: 1 . Lo primero que Rm 5, 12 dice es que «el Pecado entró en el mundo a través de un solo hombre». Esta personificación del Pecado no hay que confundirla con el pecado del primer pecador que en el v. 14 se llama «tras- gresión»... El primer pecador con su trasgresión, fue el medio por el que «Pecado», «Muerte», «Ley» y la responsabilidad personal del pecado ante Dios, es signo distintivo del hombre necesitado de redención, según Pablo»: Rechtfertigung bei Pau- lus, 220. Estos poderes fatales, ¿eliminan la responsabilidad, el ser del sujeto? No, los "poderes” afectan y determinan al hombre en su obrar concreto; pero aun bajo tales poderes y bajo la superpotencia del pecado no deja el hombre de suspirar por la reden­ ción» (cf. Rm 7, 24). Permanece en el hombre la necesidad y la posibilidad de la reden­ ción, frente a paralelas concepciones opuestas de judíos y gnósticos. 24. En las primeras páginas insiste el autor en la perspectiva rigurosamente teoló­ gica en que Pablo enfoca el problema del origen del pecado (entrada, mejor), así como el cristocentrismo de todo el problema. De este modo se eliminan las ya fastidiosas dis­ cusiones con los representantes de la ciencia, que nosotros conocemos bien. Otra idea previa, muy pertinente al tema, es la idea de la solidaridad humana en el pecado, que Pablo fija en torno a la figura de Adán, 11-22; 23 s.; 2641. Obsérvese que este a. pone siempre con mayúscula a «el Pecado-he hamartía», en cuanto personificación-prosopopeya de la universal pecaminosidad y empecatamiento en que está sumergida la humanidad.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz