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EL PECADO OR IG INAL. 3 3 únicas, antitipos irreconciliables. Así, Adán no es anticipo de Cristo, ni Cristo es un Adán redivivo. No se compara el ser, sino la función de cada uno (que es opuesta) para decidir el destino de la humanidad: para la muerte o para la vida [135], Según lo exige la tipología, Adán sería visto por Pablo en este texto como personaje histórico [132]. En cuanto al origen del pecado no se recurre a satanás (Sab 2, 24), ni al mal deseo (rabinismo). Se exagera al decir, con Kierkegaard, que el pecado entró por el pecar. Con ello se oscurece el significado de Adán en la tipolo­ gía. Sería una interpretación muy racionalista hablar, a base de este texto, la doctrina occidental sobre el pecado original. Se quiere constatar un hecho (como en Rm 1, 18-3, 20), no el proceso por el que se llegó a él. «La depen­ dencia entre pecado y muerte cierto que es descrita con categorías de causa y consecuencia, pero no se explica ni se reflexiona más sobre ello» [137]. Se habla de la situación general de muerte y vida en la zona de influencia de Adán-Cristo, respectivamente. No se preocupa por la situación concreta de cada individuo. En forma mítica se contempla un universo dominado por dos poderes que deciden su destino. «Al menos en forma primaria el hombre no es visto aqxú como sujeto de la historia, sino como su objeto y como su proyección. Se encuentra bajo presión de fuerzas objetivas que ate­ nazan su existencia y determinan su libertad y responsabilidad en forma tal que no puede elegir a voluntad, sino que únicamente puede aceptar lo que ya está ahí previamente dado» [137]. La muerte «irrumpe» (12c dielze) en el mundo y se propaga como una enfermedad contagiosa, «una fuerza mal­ dita que enreda a todos y cada uno, inexorablemente, en su malla terre­ na» [138], La interpretación de esta afirmación se ofrece en el v. 12d, donde la tensión entre destino y responsabilidad se resuelve diciendo que « todos han pecado». Sobre la controvertida interpretación del ef’ó, Kásemann piensa que no es viable la traducción-interpretación latina que ve en el «in quo» el pecado original. Pablo no conoce la trasmisión del pecado-muerte por herencia. No estarían lejos de esta interpretación los modernos cultivadores de la «personalidad corporativa», si fuesen lógicos con su teoría. Por el con­ trario, mantienen la idea de destino los que el ef’ó lo refieren a la muerte. El verbo «pecaron» (hémarton) se refiere a pecados personales. Por ello, se mantiene aquí la tensión entre sino-libertad [138]. La interpretación existencialista (Bultmann y otros) descarga la tensión a favor de la decisión personal. Kasemann insiste en esta tensión entre des­ tino-culpabilidad. «En el v. 12d no hay primaria ni menos exclusivamente un paso de la consideración cósmica a la individual, ni del ambiente de la fuerza mítica de maldición al de la decisión responsable» [139]. Sin que se niegue la individualización de la perdición en 12d. Según Pablo nadie inaugura su propia historia. «Cada uno confirma, con su comportamiento,

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