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EL PECADO ORIGINAL. 29 — Es notable que el relato sacerdotal P, muy posterior, no mencione al yahvista ni su relato sobre lo ocurrido en el paraíso. Ve la creación como buena y, sin hablar de pecado, encuentra que, a cierta altura, la tierra se encuentra corrompida (Gen 6 , 1 1 ). El pecado-corrupción no viene de Dios sino del hombre, de su condición íntima. ¿Cómo? No le interesa [208], En el fondo el mismo relato yahvista no diría más, ni sabría explicar mejor el hecho que está ahí. — Los llamados castigos, en el fondo, no serían tales, sino resultado inmanente, natural, del comportamiento del hombre, siempre acosado por el dolor, la muerte, la fatiga. El relato yahvista los pone en relación con el pecado y con Dios, en una visión religiosa, creyente, de la realidad [209]. Termina diciendo que el mensaje del relato yahvista «nos informa sobre el Dios que graciosamente elige al hombre y lo cuida, incluso después del fracaso del hombre. Lo bueno viene de Dios, lo malo del hombre. El hom­ bre es frágil y allí donde se cree fuerte, en la rebelde afirmación de sí mismo, descubre que está desnudo. Como al principio así sucederá siempre: frente a la desobediencia, la nueva llamada de Dios. El relato yahvista no permite que nos hagamos ilusiones sobre la fuerza del pecado, pero deja abierta la esperanza a una mayor fidelidad por parte de Dios. Dios es más fuerte que la negativa del hombre» [211 s.]. Dotniciano Fernández advierte que sería mal método comenzar pregun­ tándose qué es lo que dice el A.T. sobre el pecado original. Le es extraño este concepto. Por ello, previamente habrá que estudiar el concepto de pe­ cado, su universalidad, la solidaridad de todos los hombre en él. Son los presupuestos para abordar el tema 20. Más próximamente podría preguntarse por lo que el A.T. sabe y dice sobre el origen del pecado. Sin intentar un estudio minucioso resume el estado de la cuestión según él la ve, en estas afirmaciones: — Al hablar del «pecado original» en el A.T. no hay que referirse sólo al relato yahvista, ni dentro de éste sólo a Gén 2-3, pues hay pluralidad de versiones [65 ]. — El contenido teológico de Gén 2-3 sería este: el mal no puede provenir del Dios bueno, ni de un principio malo absoluto, ni ser conna­ tural al hombre, como si éste fuese metafísicamente malo. Sólo puede pro­ venir de un acontecimiento histórico, «de algún pecado, de alguna infideli­ dad del hombre» [58]. El autor de Gén 2-3, según su mentalidad judía, pudo pensar que los hijos sufren las consecuencias del pecado de los padres. Pero nunca hablaría de una culpa o pecado en que se incurra por herencia. — El autor sacerdotal P dice que toda carne había corrompido sus ca­ minos (Gén 6, 11-12). Pero «cómo irrumpió el pecado en el mundo no lo 20. El pecado original, 47-66. La índole de su estudio no le permite entrar en ulteriores discusiones críticas, incluso sobre ciertas afirmaciones que parece estarían en los textos de A.T,

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