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26 ALEJANDRO DE V ILLALM ON TE destino bueno o malo [37]. Próxima a ésta es la ¡dea de conciencia de colec­ tividad, de solidaridad de todo el pueblo y la expresada en la fórmula de «per­ sonalidad corporativa [47]. Ya sabemos con qué insistencia y resultado han sido utilizados estos conceptos en las últimas discusiones sobre el pecado original. De interés más directo para el tema del pecado original es el estudio del concepto de pecado en A.T. Concepto que evoluciona desde una visión «objetiva» del mismo, hacia una visión más personal. Es característica en este contexto la íntima relación entre culpa y castigo [65]. La universalidad del pecado ha sido considerada como uno de los antecedentes doctrinales de la teoría clásica del pecado original. Esta universalidad en A.T. se refiere, sin duda, al hecho de que el pecado afecta a todos, pero también señala la raíz profunda de esta univer­ salidad en el corazón del hombre, siempre tenazmente inclinado a lo malo. Sin embargo, también la responsabilidad individual de cada uno en su acción mala es subrayada nítidamente [82]. Por fin llegan los problemas referentes, de inmediato, al tema del pecado original: — Con qué fundamento el texto de Gen 3 ha sido y sigue siendo adu­ cido como explicación dada por A.T. sobre el origen y propagación universal del pecado. — Hasta qué punto puede seguir manteniéndose la creencia de que Adán es causante de la ruina moral de la humanidad, del pecado en que todos nacen [ 108]. Por fortuna podemos recoger aquí lo más sustantivo de la investigación de Dexinger, las conclusiones que, en forma de «tesis», propone al finalizar su estudio. Son las siguientes: 1. «El A.T. contiene algunas ideas que podrían servir de base para la clásica doctrina sobre el pecado original: la mentalidad de clan, la idea de personalidad corporativa, la visión objetiva y no meramente personalista del pecado, la dependencia entre culpa y castigo. Pero estas representaciones están encuadradas en un horizonte teológico ya superado. Y esta crítica no ha venido de fuera, sino desde el interior del mismo A.T.» [114 s.]. 2 . Todo lo referente a la «teología de Adán» hay que darlo por supe­ rado: el paraíso, la historicidad de Adán y su pecado. Significaría, eso sí, la pecaminosidad o labilidad moral real del hombre, así como la constante oferta por parte de Dios del perdón y de la alianza [cf. 115]. 3. «El A.T. conoce la universalidad del pecado y su continuo crecimiento en la historia. El hombre no puede liberarse de él» [115]. Pero, no se po­ dría hablar de una herencia del pecado, sino de una simple solidaridad en el castigo. 4. «A medida que, bajo la idea de la Alianza, avanza la idea de la res­ ponsabilidad personal en el pecado, caen las viejas representaciones. Y queda la convicción de que «los hombres viven en una urdimbre de pecados (-Sün- denverflochtenheit) en la que están mutuamente complicados» [115].

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