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EL PECADO OR IG INAL. 25 el sentido negativo en que lo ve Pablo en Rm 1-3. El pecado aquí no signi­ ficaría que todos los hombres son pecadores, ni que todo lo que el hombre hace sea pecado y acto fallido ante Dios. Se insiste en la limitación del hom­ bre por su labilidad, dolor, fatiga, muerte l3. Esta lectura se corrobora si tenemos en cuenta que en todo Gen 1-11 — en cuyo texto general hay que leer en Gén 2-3 — , no aparece la idea de elección, ni de alianza, ni de fe. Por eso tampoco hay pecado en sentido propio. Hay más bien fracaso o fallo, corrupción (Gén 6 , 1 1 ). La pregunta fundamental a la que quiere responder Gén 1-11 es ésta: ¿quién es el hombre que aquí se describe? Con sus enseñanzas sobre su creación y conservación, sobre el castigo de la mala acción quiere responder al problema del sentido de la vida e incul­ car la responsabilidad del hombre ante su propia historia. Dios aparece como juez de la historia que castiga el mal. Un rasgo notable de este castigo es que cae sobre el deseo humano de ser «como dios». No se condena, pues, que el hombre quiera ser más, sino la desmesura (hybris) e insolencia con que ansia su propia superación I4. Es fácil comprender que toda aquella grandiosa construcción teológica sobre Adán (su paraíso, su caída, su influjo en la humanidad) carecen de base en el texto de Gén 2-3, tal como lo lee C. Westermann. El más amplio, completo y documentado estudio sobre el pecado original en el A.T. lo debemos, en estos primeros años setenta, a F. Dexinger 15. Por desgracia tenemos que ser muy breves en la exposición de este meritorio trabajo, significativo para la situación actual. La cuestión del pecado original en A.T. (Gén 2-3) se ha reavivado estos años bajo el impulso de los factores conocidos: presión de las ciencias em­ píricas, exigencias de una exégesis más crítica, dificultades internas de la teología del pecado original, las divergentes opiniones de escrituristas que van desde la tradicional afirmación a la negación total. Por ello, es indispen­ sable proponer el problema en el contexto ideológico de todo el A.T. si queremos que la discusión no se atasque. Hay una serie de creencias y convicciones religioso-morales del A.T. que están o han sido puestas en relación con tema del pecado original. Comienza Dexinger por examinar la concepción israelita de los árboles genealógicos, la mentalidad del clan, según la cual el «padre primero» complica a sus descendientes en su 13. Genesis, 378 s. 14. Genesis, 800-4. Cf. 66-77. Al final subraya Westermann que esta interpretación de Gén 2-3 en nada prejuzga la interpretación que la paleontología pueda dar acerca del origen empírico del hombre; ni las investigaciones de la psicología, sociología, sobre el origen del mal en una humanidad en proceso de evolución. Gén 2-3 se preocupa de señalar lo que el mal y el pecado del hombre significan en las relaciones del hombre con Dios: Genesis 379 s., Schöpfung 157 s. 15. F. D ex in g er, Alltestamentliche Überlegungen zum «Erbsünde»-Problem, en la obra, Ist Adam an allem schuld?, del mismo Dexinger en colaboración con otros, 24-115.

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