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24 ALEJANDRO DE V ILLALM ON TE explicar, pues, «la experiencia de la lejanía (del hombre) respecto de Dios en su existencia terrenal». Con todo ello se marca la tensión del humano vivir puesto entre la cercanía, la semejanza de Dios, su bendición, y la lejanía de la tierra y de la existencia limitada por el dolor y la muerte. Así se marca bien la distancia entre Dios y el hombre. Este nunca puede ser como Dios, por más que quiera poner en actividad todas sus posibilidades de autosuperación5. En este contexto surge la pregunta: ¿hasta qué punto puede hablarse aquí de una caída originaria (-pecado original originante, pecado original) ? La tradicional enseñanza sobre el pecado original no puede fundarse en la narración de Gén 2-3. Aparece sólo en el judaismo tardío, es asumida por Pablo y llega a su pleno desarrollo en Agustín. Pero «la interpretación pau­ lina de Gén 2-3 no surge, primariamente, del encuentro de Pablo con el acontecimiento de Cristo. Tiene sus raíces en la interpretación del judaismo tardío». La narración de Gén 2-3 no habla de ninguna «caída», a estilo de los antiguos mitos. La razón de por qué se introdujo aquí la caída es ésta: se piensa que antes de la caída hubo un estado paradisíaco (-Urständ) previo a nuestra actual historia. Pero no es así. No hay un status integritatis que durase hasta la comida del fruto, y luego un estado de caída. El relato forma un todo: la historia primordial de la humanidad (-Urgeschichte). El judaismo tardío historificó a Adán y distinguió entre historia actual ehistoriaprimi­ tiva, divididas por la «caída» histórica delhombre 10. En todo el relato de la expulsión y separación del hombre de Dios «la cuestión de fondo no es, cómo entró la muerte en el mundo o cómo apa­ reció el pecado, aunque se aluda a ello en la narración. La pregunta real es esta: por qué el hombre creado por Dios es un hombre limitado por la muerte, dolor, fatiga, pecado. Y a esta pregunta no se responde. Ni ella tiene un sentido primariamente causal y objetivo por la causa sino que es una pregunta por el hombre, afectado por su limitación. Es la cuestión de la existencia la que propiamente preocupa en la narración. Por eso mismo, el relato no da una respuesta a la pregunta por la causa de la muerte, dolor, pecado» n. La muerte no proviene del pecado ni es castigo del mismo, aun­ que está en íntima relación con la limitación de un hombre que fracasa u. Podría hablarse de un pecado originario (-Ursünde) que afectaría al hom­ bre como totalidad. Pero no se debe entender este Ursünde, esta situación de pecado como si Gén 2-3 viese el ulterior desarrollo de la humanidad en 9. Schöpfung, 147-51. 10. Genesis, 374-80. Schöpfung, 154-8. 11 . Genesis, 377. 12. Tiene peculiar importancia esta afirmación, por razón de la «inmortalidad» que la tradición cristiana atribuía a Adán antes de la caída. No hay base para tal interpretación. La muerte es natural en un ser que viene de la tierra y ha de volver a la tierra. Ver Schöpfung, 146, 153; Genesis, 377, 362 s.

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