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EL PECADO OR IG INAL. 2 3 Veamos, en breve recorrido, el significado de cada uno de los elementos que integran el relato de la expulsión del paraíso: 1. El mandato que el hombre recibe de no comer delárbol del bien y del mal (Gén 2, 17) hay que interpretarlo como una posibilidad que se le abre al hombre de relacionarse con Dios. Está en línea de creación a imagen del Se­ ñor [128], Tiene, por tanto, un sentido del todo positivo: «él confía algo al hombre en su relación con Dios, se toma en serio la libertad de decidirse que el hombre posee, se le abre la posibilidad de ser leal» 5. 2. La seducción, origen del mal. La seducción es un fenómeno humano cons­ tante. Pertenece a su condición el ser seducible. La función de seductor se le adscribe a la serpiente. Se oscurece el significado del hecho si se la identifica con el diablo. No, la serpiente, con toda su astucia, es una obra de Dios y, por tanto, buena. Aquí está la paradoja: que es ella la que impulsa al mal. «La seducción... aparece como de repente, como algo inexplicable dentro de la buena creación de Dios. Hay que dejarla en su carácter enigmático» ( Zimmerli). «El narrador quiere, pues, expresar que no es posible dar razón del origen del mal. No hay posible etiología para el origen del mal»6. La fuerza seductora de las palabras de la serpiente, 'seréis como dioses’ tiene su arraigo en el mismo ser del hombre. «El hombre ha sido creado con un fuerte impulso para la vida y para el conocer. Aquí está la causade su posible con­ flicto en las relaciones con Dios». El impulso a vivir se lo modera la muerte. Pero el ansia de saber queda abierta a la posibilidad de «ser como dioses», de sobrepasar ilimitadamente sus propias fronteras. Por ahí le sedujo la ser­ piente. El hombre del paraíso, al traspasar el precepto de Dios, traspasa sus pro­ pios límites en relación a Dios. Pero en su desmesura (-hybris) encuentra el fracaso y en el fracaso el castigo. De todas formas algo aprende el hombre, al traspasar sus límites: «sólo entonces es tomada en serio la fuerza del pecado»7. 3. Adán, ¿dónde estás? Con esta llamada inicia Dios el juicio sobre el tras- gresor. Que no será propiamente un juicio en sentido riguroso, sino una llamada al hombre para que comprenda y asuma la responsabilidad de lo que ha hecho. Al final, este careo desilusiona un poco. Parece que nadie quiere cargar con la culpa de lo ocurrido. Y es que, como observa Westermann, «el verdadero origen del hecho no queda aclarado. No puede ser explicado el origen de mal. De aquí se desprende la profunda responsabilidad del hombre por su acción. Es respon­ sable incluso ante lo inexplicable. Tiene que contar en su vida con la realidad y presencia del mal. No lo puede ni explicar ni eliminar. A ningún hombre se le puede cargar con la responsabilidad de que exista el mal. Sin embargo, el hombre es responsable de sus obras»8. De lo malo que hace. 4. Expulsión del paraíso. Es la verdadera finalidad de la narración. El hom­ bre es hecho de la tierra (es literalmente «el terreno»), es puesto en el paraíso, expulsado y vuelto a su propio ambiente vital: la tierra. La expulsión quiere 4. W e ste rm a n n , Schöpfung, 127. 5. Schöpfung, 127-30; Genesis, 302-6. 6 . Schöpfung, 130-4; Genesis, 321-43. 7. Schöpfung, 134. 8 . Schöpfung, 140. Cf. 136-40. Genesis, 343-9; 363-74.

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