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22 ALEJANDRO DE V ILLALM ON TE contra su propia intención, demuestra — en última instancia— la inviabili- dad de acudir al A.T. para apoyar la doctrina tradicional sobre el pecado original. No tiene reparos de importancia para la teoría de Schmitz-Moormann sobre el pecado original, reformulada en clave evolucionista [277 ss.]. La obra de U. Baumann sobre este tema está escrita a la sombra de H. Haag, por ello la encuentra muy conforme con sus propias ideas. En el prólogo a la obra de Baumann se encuentran las palabras citadas al comienzo de nues tro estudio, abogando por el pronto abandono de la teoría del pecado ori ginal. Su historia es una auténtica historia calamitatum para la Iglesia cató lica. El abandono de esta obsoleta doctrina llevará consigo una gran trasfor- mación en toda la visión cristiana del mundo2. En el comentario que ahora dedica al libro de Baumann recoge las frases más incisivas del autor: La enseñanza sobre el pecado original es ya un anacronismo, crea más problemas que los que resuelve [283]. La doctrina del pecado original no puede buscar apoyo en Gen 2-3 ni en Pablo [285]. Pecado original, en la explicación de Baumann, es la dimensión profunda de todo pecado: todo pecado es pecado original [288]. Como conclusión afirma Haag: en la agitada controversia a que está su jeta la teología del pecado original hoy, algunos se reafirman en la postura tradicional; otros intentan reformarla a fondo y acomodarla a la mentalidad moderna. Pocos, como Schmitz-Moormann, se deciden ya a abandonarla: «Es ta contribución es un comienzo prometedor, y abre la esperanza de que se llegue a dar el adiós al pecado original, aunque esto no haya de llegar tan pronto». La frase final la juzgamos de muy alto interés: «La doctrina del pecado original es un test que sirve para poner en forma aguda la cuestión de si la enseñanza tradicional de la Iglesia es estrictamente obligatoria e infalible, cuestión que los teólogos sistemáticos desde hace tiempo han sim plificado excesivamente» [288]. El gran comentario de C. Westermann a Gen 1-11 ha merecido general aprecio en estos años. Lo traemos aquí como testigo de lo que la última exé- gesis podría decir sobre el «pecado original» en Gén 2-3 3. Es conocida la importancia que para la cristiandad, e incluso para la con cepción occidental del hombre, ha tenido la narración de la caída originaria (-Sündenfall). El A.T. no le concede esa importancia ni la cita, fuera de la historia primitiva. «El A.T. no sabe nada de que el hombre, a base de lo que aquí se narra, haya caído en un status corruptionis y que desde entonces sea un «hombre caído» 4. Por eso, Westermann no habla en este parágrafo de la «caída», sino del fallo o fracaso (-Verfehlung) del hombre. 2. U . Baumann, Erbsünde?, 6 . 3. C. W e ste rm a n n , Schöpfung, donde sintetiza lo que con más amplitud explica en su magno comentario a Génesis 1-11. Citamos lugares paralelos de ambas obras.
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