PS_NyG_1978v025n001p0003_0106

EL PECADO ORIGINAL. 17 El Tridentino, en su vertiente antiprotestante, quiere dejar seguro que el bautismo borra realmente (y no meramente cubre ) el pecado original y que la concupiscencia, en los bautizados, no es pecado. Frente a los pelagia- nos sigue manteniendo el modelo genético de «propagación-generación». En última instancia, lo que realmente inculca como perteneciente a la fe es que «la redención de Cristo abarca a todos los hombres, incluso a aquellos que no son capaces de pecado personal» [130]. Surge ahora la cuestión de explicar hasta qué punto, para sostener esta fe, es indispensable seguir ex­ poniéndola en los mencionados modelos. No valdría recurrir aquí a la dis­ tinción entre lo que «dicen» y lo que «afirman» los Padres de Trento. Sim­ plemente estos utilizaron una teología que hoy resulta inadmisible [130]. Por otra parte, en la actualidad la teología dogmática parece decir respecto al pecado original algo que no concuerda con la teología bíblica [131], lo cual es inaceptable. En la Humani Generis se deja de lado el modelo «naturaleza», pero se intensifica y reafirma el uso del modelo genético en forma nunca conocida. Ello ha dado motivo a las conocidas intensas discusiones de la teología en torno al monogenismo-poligenismo. Pensaban muchos «que no hay otro camino para defender la unidad y universalidad de la raza afectada por el pecado» si no es manteniendo su trasmisión por generación [134]. Vero la nueva visión evolutiva del mundo ha cambiado la perspectiva. En ella se pregunta ya por el sentido que podría tener hablar de «naturaleza» y de que la «naturaleza» sea objeto de trasmisión biológica. En esta dirección son atendibles los ensayos de Teilhard y de Schoonenberg. Si bien se ha advertido en ellos el peligro de caer en una especie de «ambientalismo» de tipo pelagiano [135]. El Vaticano II (GS, 13) propone un tipo de consideración o modelo que Daly llama fenomenológico-existencial-psicológico: se parte del hombre sumi­ do en miseria moral, dividido en sí mismo y se busca la etiología de este mal. Modelo aceptable, mientras se le proponga en contexto soteriológico y no meramente sociológico-psicológico [136 s.]. Tres verdades fundamentales deberán quedar a salvo, dice D, en cual­ quier futura explicación: «Primera, Cristo es el centro de toda economía di­ vina que incluye creación-revelación-redención. Segunda, todo hombre nece­ sita de la redención obrada por Cristo para la raza humana. Tercera, la nece­ sidad de redención es anterior a la comisión de cualquier pecado personal. Esta anterioridad es la expresada por la palabra «original» de la fórmula «pecado original» [137]. La eliminación del modelo genético y la limitación del modelo «natura­ leza» deja un vacío en teología. Sugiere D que éste debería llenarse, con 2

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz